El título del último informe de Varieties of Democracy sobre el estado de la democracia en el mundo es muy decidor: “La autocracia se vuelve viral”, y su contenido no es menos preocupante. Si bien la democracia está en mejores condiciones que en las décadas de 1970 y 1980, durante los últimos 10 años su declive ha sido constante, siendo las autocracias electorales (gobiernos que se sostienen en elecciones amañadas), el tipo de régimen más común, encontrándonos en el 2020 con 25 países, hogar del 34% de la población mundial (2 600 millones de personas), en franco retroceso democrático.
He sido profesor de teorías de la democracia desde que empecé mi tarea de docente hace algunos años ya, y en los últimos tiempos el estudio del declive de la democracia ha ido ocupando una parte cada vez más significativa del curso, con lecturas como El pueblo contra la democracia, de Mounk, Cómo mueren las democracias de Levitsky y Ziblatt, o el reciente El ocaso de la democracia, de Applebaum, gracias a la que he llegado a la autora Karen Stenner, economista y politóloga que afirma que en todas las sociedades del mundo aproximadamente un tercio de la población tiene una encubierta y latente predisposición hacia el autoritarismo, que se la percibe en su rechazo al pluralismo, a la diversidad y a la heterogeneidad.
Dice Stenner en su libro ‘The Authoritarian Dynamic’, que hay “personas que nunca vivirán cómodamente en una
democracia liberal moderna, que se inclinan a creer que solo quienes ‘piensan correctamente’ (como ellos), deberían tener la libertad de expresar sus opiniones, tendiendo a ver las decisiones morales de los demás como un asunto de todos, de hecho, un asunto del Estado. Son individuos que, en virtud de predisposiciones profundamente arraigadas que ni ellos ni nosotros tenemos mucha capacidad de alterar, siempre serán ciudadanos democráticos imperfectos.”
Por eso, a fin de que se sostenga su visión del mundo, están dispuestos a respaldar liderazgos carismáticos autoritarios, tolerar el debilitamiento institucional y el desmantelamiento del Estado de Derecho. Quizás eso explique el apoyo que reciben en nuestro país ciertos líderes abiertamente autoritarios
y antidemocráticos.
¿Qué deben hacer las democracias para lidiar con estas personas? Stenner afirma que solo se desanimarán de infringir los derechos y libertades de los demás con la existencia de liderazgos responsables, el imperio de la ley y mecanismos que ayuden a desactivar dicha predisposición. “La democracia es más segura y la tolerancia se maximiza cuando diseñamos sistemas que se adaptan a cómo son realmente las personas”, concluye. Algunas personas nunca estarán cómodas en una democracia liberal moderna y para evitar el retroceso de esta, hay que saber lidiar con ellas.