La niñez de Astudillo, un ensayo de su carrera

En el teatro Carlos Crespi. Astudillo presentó su obra ‘Tengamos el sexo en paz’

En el teatro Carlos Crespi. Astudillo presentó su obra ‘Tengamos el sexo en paz’

Si se dice que la actriz cuencana Monserrat Astudillo se transforma cuando ve una cámara al frente sería mentir. Más bien parece que siempre estuviese protagonizando una comedia que se matiza con momentos existencialistas...

La cámara parece una extensión de su persona, sabe cuando reír, hacer muecas, la posición para sus brazos, sus piernas, su cabeza' En medio de eso dice una frase: “Qué feo que debe ser no poder ver'”; obtiene un par de reacciones, las comenta y sigue posando.Astudillo no es modelo, pero está acostumbrada a ser el centro de atención. Siempre era la primera voluntaria para bailes, desfiles, grupos de música, comparsas o lo que sea que implicara luces y aplausos.

No le importaba que sus espectadores fueran familiares o sus compañeras del colegio Rosa de Jesús Cordero, lo que contaba era ser parte del show, o por lo menos esa es la percepción que tiene su amiga desde la adolescencia Carolina Raue.

Por eso es difícil creer que está nerviosa cuando camina hacia el escenario. Su voz no evidencia intranquilidad, es como que quiere persuadirse a sí misma para no perder la concentración y cometer errores.

Lo que sí es verdad es que en el momento de esta entrevista está más estresada porque se olvidó de llevar el guineo, que es una suerte de protagonista de su monólogo ‘Tengamos el sexo en paz’. Astudillo prevé radicarse en Buenos Aires, así que la semana pasada hizo tres presentaciones en su natal Cuenca.

Sin embargo, lo que le preocupa no es un problema importante. Una llamada por celular a su hermana, Tamara, o a su papá, Carlos y el caso se soluciona. Además, con esa llamada consiguió quien recogiera las entradas que sobraron y quién recibiera los boletos en la entrada.

Su padre es una suerte de manager, tramoyista, relacionador público o lo que haga falta, pero no siempre fue así. Cuando terminó el colegio y empezó a explorar en el teatro, su progenitor le decía que tiene que estudiar algo que “valga la pena”.

Además es su más ferviente seguidor. Tiene más de 40 cassettes de VHS con todas las apariciones de su hija en televisión, además de una caja de páginas de periódicos de todo el país.Ella optó por un camino intermedio. Es decir se matriculó en Comunicación Social, pero cada que podía se fugaba con sus amigos teatreros para actuar en parques o tocar batucadas.

Uno de sus cómplices era el ahora profesor de audiovisuales de la Universidad del Azuay, Rafael Estrella. Según él, junto al actual presidente de la Bienal de Cuenca, Diego Carrasco, formaron un primer laboratorio de teatro que les permitió hacer una presentación en el teatro Malayerba (Quito).

Aunque se graduó en Comunicación Social y trabajó como locutora en las radios Génesis, W Radio, Fm88 (Cuenca) Metro y La Luna (Quito) nunca sintió que era su camino. La actuación la atrapó desde esa aparición en Malayerba. “Se graduó, me dio el título y dijo me voy. Y se fue a Quito”, dice su padre.

Desde allí su carrera sobre las tablas no paró. Estuvo cuatro años en el Patio de Comedias, montó monólogos y participó en series de televisión como ‘Las Zuquillo’, ‘No más vainas’, ‘El secreto del Toño Palomino’, ‘El exitoso licenciado Cardoso’, etc.

Su amiga, Lorena Tamariz, cree que ese éxito se basa en que Astudillo tiene además de su buen humor y carisma, un alto grado de espiritualidad. Ellas son compañeras en el Sufismo, una filosofía de vida orientada al equilibrio y la armonía.

Hubo dos cosas que casi la alejan del teatro. Cuando terminó la secundaria estuvo a punto de estudiar Biología.

Además, a los 15 años consideró seriamente ataviarse como religiosa. Pero no para representar a una de ellas en alguna obra teatral, sino porque a esa edad vivió una época complicada. Se sentía fea y le estresaba ser la única de sus amigas que no tuvo enamorado durante todo el colegio.

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