El embajador Raúl Vallejo -uno de los intelectuales del movimiento político que ayer (16 d enero) festejó nueve años en el poder en medio de una creciente crisis económica- decidió retirar su candidatura al Rectorado de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Pero antes de su decisión, la sangre ya había llegado al río por la polémica producida en el Parlamento Andino en torno a la elección. César Montaño, quien obtuvo en noviembre 1 218 votos en la consulta universitaria interna, frente a los 176 de Vallejo, fue ratificado por el Consejo Superior de la Universidad, pero el parlamentario andino Luis Duque sostuvo que su candidatura irrespetó la Ley de Educación Superior del Ecuador, un argumento que a juicio del rector saliente, Enrique Ayala, no aplica para una institución internacional.
Luego vino la destitución del Consejo Superior de la Universidad que eligió a Montaño y su reintegración, con Duque a la cabeza. Éste convocó a una nueva designación, pero hasta tanto Montaño se posesionó el viernes. En su discurso rechazó la intromisión, a tono con otras voces que exigen autonomía universitaria plena frente al poder político.
Es posible que Vallejo, quien dijo que tomó la decisión para que el Consejo quedara en libertad de resolver lo que más le convenga a la Universidad, haya tenido la sensibilidad para entender que no podía ejercer su derecho a dirigir la Andina siguiendo la lógica de los niños que tienen la fortuna de ser los dueños del balón. En ese mundo, que siempre acaba algún día, no importan los resultados ni las reglas.
Y ya que hablamos de ejercicio de derechos, es inevitable referirse a la demanda contra una caricatura publicada por Bonil el 28 de diciembre y que motivó que la Supercom abriera un nuevo expediente. En ella me resulta difícil hallar un mensaje que connote distinción, exclusión o restricción basada en razones de sexo, identidad de género, orientación sexual; o que esté orientado a menoscabar o anular el reconocimiento de los DD.HH., o que incite a la discriminación.
Es paradójico que en esos mismos días de la denuncia se haya producido un intenso debate mundial por la caricatura de portada de la edición de Charlie Hebdo, a un año del atentado en el cual el terrorismo mató a 12 caricaturistas. Un dios, con su traje ensangrentado, corre, mientras en el texto se lee: ‘Un año después, el asesino sigue libre’.
Hubo en Francia y en el mundo una gran polémica, en la que intervino -incluso- la Iglesia Católica, pero de lo que sé, a nadie se le ocurrió presentar una demanda: las ideas se confrontan con ideas. Ojalá quienes hoy, con toda razón, ejercen derechos que antes eran ignorados o atropellados, tengan la sensibilidad de entender que un derecho, para ser integrado a la cotidianidad de una sociedad, debe ser ejercido con justicia.
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