Acuerdos

Luego de tantos anuncios de desestabilización, de contramarchas, de jugar al gato y al ratón, resulta que, entre gobierno y oposición, son más los acuerdos que los desacuerdos…

Algo así como estar peleando de gana, por no tener qué hacer, ni en qué gastar los recursos, que ahora sobran. Al menos, eso se dejó ver en algunos discursos que se escucharon en este movido mes de marzo.

La consigna de la marcha opositora era por el agua, por la vida y contra la minería. El gobierno dice estar de acuerdo y asegura que la revolución es por el agua y por la vida y que también está contra la minería contaminante (como si la minería a gran escala no fuera contaminante, pero bueno…).

La marcha era por los derechos de la naturaleza. El gobierno dice que defiende los derechos de la naturaleza, que él mismo los puso en la Constitución de Montecristi. Entonces, gobierno y oposición están de acuerdo.

La marcha (así dijeron en un desafortunado comunicado), está de acuerdo con eso de que los medios representan al imperio yanqui, a las transnacionales, a los grandes grupos de poder, al Pentágono, a la OTAN, al Banco Mundial, al FMI y seguramente hasta a la CIA, (¿?), culpables de todas nuestras desgracias. Gobierno y oposición están… de acuerdo.

El gobierno dijo que la marcha está aupada por la derecha oligárquica y los marchantes, que la derecha oligárquica está enquistada en el gobierno. Es decir, que ni a unos ni a otros les gusta la derecha. O sea, todos están de acuerdo.

Es más, ambos bandos se dicen de izquierdas, cada cual a su manera y con sus matices, pero todos llevan banderas y consignas alusivas a la revolución y se emocionan con el canto al Che Guevara. A ambos bandos les salen granos con solo pensar en LFC (aunque ahora apresen a jóvenes como presuntos subversivos por poseer literatura izquierdosa, como ordenaba él innombrable sin que nadie se inmute).

Por supuesto, unos y otros son empedernidos alfaristas y empedernidos ecologistas. Unos y otros, defensores de la Pacha Mama. Unos y otros se muestran preocupados por el calentamiento global y hasta por el Yasuní.

El gobierno acusa a los dirigentes de multar a los que no han marchado. Y los caminantes, al gobierno, de pagar a sus adeptos con cola y sánduche. Lo mismo, pero al revés.

¿Y ahora? Oposición y gobierno han tenido los mismos argumentos, los mismos ideales, las mismas banderas de lucha, las mismas consignas. Razón que una ministra decía, extrañada, “¿por qué protestan?” y que el resto del país, atónito, se preguntaba: “¿por qué las contramarchas?”.

A pesar de las coincidencias entre marchas y contramarchas, y hasta del éxito de las dos en cuanto a número de manifestantes, no parece posible una tregua en el país. No parece posible conversar. No parece posible discutir una agenda mínima.

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