“Buscábamos justicia. Queríamos prevenir las desapariciones, que se terminaran. Por desgracia, todavía veo que desaparecen niñas. No quiero ser negativa, pero no sé cuándo se terminará”. Esto dijo Paula Flores, de Ciudad Juárez (México), el 3 de julio de 2016, dieciocho años después de la desaparición y posterior asesinato de su hija, María Sagrario González Flores. Mujeres como Flores, especialmente madres de víctimas de la violencia, están todo el tiempo en la primera línea del activismo de derechos humanos contra la desaparición forzada, el feminicidio y los abusos del ejército. Donde las instituciones estatales y los funcionarios electos no actúan contra esas formas de violencia, estas mujeres llenaron el vacío.
Exigir justicia en México, un país donde el 98% de los delitos queda impune, no es tarea fácil. Las madres y abuelas activistas mexicanas siguen la tradición latinoamericana sentada por antecesoras como las Madres de Plaza de Mayo, que en 1977 empezaron a marchar frente al palacio presidencial en Buenos Aires (Argentina) en protesta contra la desaparición masiva de sus hijos bajo la dictadura militar. Marchas que se repitieron por años cada semana y obligaron a un debate público de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
Las Madres de Plaza de Mayo inspiraron a grupos similares (en África, Serbia, Los Ángeles, etc.) y los reunieron a todos a mediados de los noventa en el Encuentro Internacional de Madres que Luchan. Como documentó la profesora Marguerite Bouvard, de la Universidad Brandeis, en su libro de 1996 Women Reshaping Human Rights [Mujeres que redefinen los derechos humanos], las organizaciones femeninas han tenido en general un papel crucial en el movimiento de derechos humanos, la búsqueda de la justicia económica, social y cultural, y la lucha por destacar la importancia de la dignidad humana.
Pero en el universo de esas organizaciones las madres tienen un lugar especial. Actúan en países que por lo general se niegan a reconocer a las mujeres otro papel que no sea el de madres, esposas e hijas.
Cuando el 3 de marzo de 2016 fue asesinada la renombrada activista hondureña Berta Cáceres, su madre, Austra Bertha Flores López, partera y activista social, asumió la lucha por demostrar la responsabilidad del Estado hondureño por la muerte de su hija. En Estados Unidos, las madres han sido muy activas en las protestas del movimiento Black Lives Matter por la brutalidad policial contra ciudadanos negros. En la India, marcharon para generar conciencia de la extensión de los abusos sexuales. Y en Colombia, participaron activamente en el proceso de paz y lograron que la propuesta de acuerdo para poner fin a la insurgencia de las FARC haga hincapié en los derechos de las mujeres.