El siglo XX empezó con el libro de Sigmund Freud “La Interpretación de los Sueños”, un rayo de luz que iluminaba la estructura de la mente. Llevaba como epígrafe una cita de la “Eneida” de Virgilio: “Si no puedo doblegar a los dioses, moveré los poderes infernales”. La mente es un ello, un superyó y un yo. Ello o impulsos inconscientes y primigenios, motores del pensamiento. Superyó o control moral y ético de tales impulsos. Yo, el mediador en tal lucha. Las fuerzas que mueven estos sunamis de la mente son energías innatas, pulsiones antagónicas entre sí, bautizadas por Freud con nombres de dos dioses griegos: Eros, pulsión de vida y sexualidad, tiende a construir y preservar la existencia; Tánatos, pulsión de muerte, tiende a la autodestrucción y a la aceptación negligente y pasiva de circunstancias adversas.
En lo social y político, Eros ha buscado la felicidad mediante la fe, el amor y el buen poder o estado de derecho con la ley como norma suprema, con el control del poder por contrapesos y con la participación del pueblo. En cambio, mediante el mal poder, dictadura o hiperpresidencialismo, Tánatos ha sumido al pueblo en el caos, la guerra y la miseria moral; y al crear una casta social opulenta a golpe de ordeñar el Estado, ha provocado el éxodo de sus hijos sumidos en la pobreza.
Entre 1998 y 2021 Ecuador ha vivido con el buen poder de la Constitución de 1998 y el mal poder de la de 2008. La del 98 resistió la voracidad de ciertos banqueros bendecidos por el régimen Durán-Ballén que causaron la crisis económica de fines de siglo. En la vigencia de la de 1998, Ecuador optó por el dólar, disminuyó la pobreza, creó fondos de ahorro para remediar los efectos de catástrofes naturales. La de 2008 fue diseñada para facilitar el robo de cinco mil millones de dólares, la presencia de las mafias, el crimen internacional y las obras de relumbrón en el manejo de la salud, cuya consecuencia es la falta de instrumentos para manejar la pandemia.
Si volviéramos a la de 1998, retornaríamos al Estado Social de Derecho, a una figura moderna de país cimentado en dignidad humana y prevalencia del interés general, en función de los Derechos Humanos y Sociales, que, en este Código Político, se encuentran debidamente constitucionalizados. Y desaparecerían el Consejo de Participación Ciudadana y de Control Social, la Senescyt y más herramientas de la impudicia oficial y pública. La de 2008 será, en el gobierno Lasso-Borrero, la piedra que estos dos Sísifos subirán al Panecillo y se les rodará hacia San Diego en cada uno de los 1460 días del ejercicio del poder, vuelto debilidad por el sida-2008.
En suma, mantener la del 2008 significaría aceptar que nos domina la pasión tanática. Ya no sería un problema de política sino de neurociencia, donde crecen entumecidas las flores negras. Hagamos con ellas un florero para la tumba de la democracia. Y dancemos el baile de la demencia empedernida.