Dramática y conmovedora la situación a la que han llevado a sus pueblos los supuestos revolucionarios. No importa la Navidad, el año nuevo, la pandemia ni la emergencia sanitaria. Con una balsa entre manos y lanzados al mar, centenares de venezolanos siguen huyendo despavoridos en busca de sobrevivencia frente al desastre de la revolución bolivariana, que es admirada por exponentes del socialismo del siglo XXI, entre ellos el correísmo, y reconocida por personajes (el prófugo en Bélgica), que hace poco como “observador internacional” destacaba la situación que vive ese país, otrora uno de los más ricos de la región. ¿Eso quieren para Latinoamérica?
En ese afán de huir de la miseria, el totalitarismo, la pérdida de los derechos, la persecución y la represión, grupos de venezolanos encuentran periódicamente la muerte en las aguas del Caribe. Esa ha sido la tónica de los últimos tiempos, resultado de la pobreza que viven sus pobladores y la burla del dictador Maduro, que ha destrozado ese país.
La tragedia se evidencia cada vez con mayor frecuencia en el mar. Migrantes venezolanos se ven forzados a salir por la crisis que les tritura, que le ha llevado al hambre y la devastación interna. Los testimonios espeluznan. La marea arroja periódicamente los cuerpos de hombres, mujeres, niños y bebés mientras la revolución bolivariana celebra con sus compinches la continuación en el poder. Lo más grave resultan los balseros que subsisten en tierra, que no pueden escapar y que ya no aguantan más esta situación de desastre.
Los pueblos se cansan de esta realidad que los autoritarios les han llevado en nombre de la revolución y la igualdad. No solo pasa en Venezuela sino en Nicaragua y Cuba. Es el fantasma que se mantiene en la región con candidatos que desesperadamente ofrecen tanta promesa demagógica a quienes viven angustias, que no tienen empleo y están en situaciones extremas, pero que no debieran caer atrapados en las mentiras por falta de información porque son inviables ¿O quieren ir a Venezuela?
La audacia para seguir engañando no tiene límites. Unos huidos de la justicia por actos de corrupción y otros como Evo Morales en Bolivia, que reciben silletazos dentro de su misma organización política, cansados de sus artimañas. El caso de Venezuela es destacado por quienes han sido sentenciados por corrupción, unos en la cárcel y otros prófugos de la justicia. En Ecuador, para registro histórico y la lectura de los ciudadanos, estos personajes constan ya en la placa de la infamia colocada en el Palacio de Gobierno (calles Chile y García Moreno) por el caso Sobornos que terminara con una sentencia condenatoria por cohecho, con la frase de que “los recursos públicos siempre deben ser administrados honradamente”. Quisieron pasar a la historia y la placa resume su paso por el poder.