Si usted necesita un taxi y no confía en los que hay, solo tiene que instalar en su teléfono una de las aplicaciones existentes y registrarse. Allí queda identificado usted como usuario y el método electrónico de pago.
Cuando solicita una unidad, en segundos le asignan un conductor con un auto de placa conocida y le informan una tarifa aproximada. Al recogerlo, usted ingresa a un auto limpio y en buenas condiciones. El conductor se presenta, le ofrece agua, un dulce o el periódico. Le pregunta si está bien la ruta elegida y si le molesta la música que escucha. Realiza el recorrido sin arriesgar su vida, a una velocidad razonable. Cuando llega al destino elegido, el conductor le agradece. No tiene que ir a buscar sueltos en una tienda cercana porque el costo se carga a su tarjeta de crédito y, finalmente, usted evalúa el trato recibido. La pregunta obvia es: ¿quiénes tienen que actualizarse y mejorar?