‘Crímenes de Familia’, el último estreno argentino de Netflix, es una historia de época. Habla sobre la relación entre una madre y un hijo, sobre la violencia de género pero, sobre todo, habla de la sororidad. La sororidad es un vocablo nuevo en el Diccionario de la Lengua Española (fue incluido en la actualización del 2018). Sin embargo, académicas y activistas de Hispanoamérica lo usan desde hace varias décadas, para hablar sobre la solidaridad entre mujeres.
Alicia (Cecilia Roth) es una mujer jubilada de clase alta que, como la mayoría de madres, está dispuesta hacer lo que fuera por el bienestar de su hijo Daniel (Benjamín Amadeo), aún sabiendo que sus decisiones pueden afectar de forma injusta la vida de otros. Alicia como muchas madres, en principio, se niega a creer que su hijo, esa persona a la que le dio todo su amor y cuidado, se haya convertido en un hombre violento, uno que pega y abusa de las mujeres.
Como le pasa a miles de mujeres en la vida real, la expareja de Daniel (Cecilia Gala) no solo tiene que enfrentarse a los entuertos del sistema judicial -antes de la primera golpiza ya había presentado una veintena de denuncias por maltrato familiar-, sino que tiene que luchar contra una sociedad esencialmente machista, en la que las propias familias se convierten, muchas veces, en encubridoras de esas conductas violentas.
A diferencia de su esposo (Miguel Ángel Solá), que deja de ayudar a Daniel por hastío y cansancio, más que por una conciencia real del daño que le está haciendo a su expareja y a su hijo, Alicia lo hace porque comienza a ver a su alrededor y a descubrir que la violencia de su hijo no tiene una víctima sino varias. En ese proceso, su relación con Santi, el hijo de tres años, de su empleada doméstica (Yanina Ávila) comienza a jugar un papel importante.
La cinta, que cuenta con el apoyo de ONU Mujeres, también muestra que, así como existen mujeres que tienen la posibilidad de denunciar a su agresor y en algunos casos – muy pocos si se piensa en el número de femicidios y feminicidios que existen- lograr que la justicia los condene, hay otras mujeres que, por su condición económica y social, como le sucede al personaje que interpreta Ávila, solo les queda tratar de sobrevivir.
Hay algo clave que muestra la cinta de Sebastián Schindel y es que la sororidad no solo está en el mundo de los activismos y que ponerse en los zapatos de otra mujer o de otro ser humano también es un ejercicio de sororidad. En ese contexto, la antropóloga mexicana Marcela Legarde ha dicho que hablar de la sororidad es importante, porque las mujeres no han sido educadas en el respeto por otras mujeres.
Lo otro es la actuación de Roth, una de las actrices indispensables de la cinematografía de hispanoamérica de las últimas cuatro décadas. A través de Alicia, la actriz argentina, logra llevar al espectador a preguntarse sobre las nuevas dinámicas de las relaciones filiales en el siglo XXI y sobre la necesidad de comenzar a valorar, por parte de los hombres, la importancia del trabajo de cuidado que hacen las mujeres.