El abandono de la Amazonía
El ‘sálvese quien pueda’ bien podría ajustarse a la realidad que viven los habitantes de la Amazonía. Y no es de ahora por la coyuntura del covid-19, ha sido desde siempre, sin exagerar.
El alcalde de Lago Agrio, Abraham Freire, describe de esa manera la situación que atraviesan su cantón y los demás amazónicos, especialmente, ahora para afrontar la enfermedad, porque el contagio tiene un crecimiento sostenido. Él habla de un rezago de largo tiempo. Juan Orellana, alcalde de Aguarico, siente un abandono.
Los médicos y enfermeras son insuficientes (además ha habido despidos de personal) y quienes se han quedado no tienen trajes de bioseguridad y otros insumos de protección; las pruebas para detectar el covid-19 son mínimas... en fin, no hay recursos para los hospitales y centros de salud.
Las seis provincias amazónicas tenían hasta ayer 3 155 casos de contagios y las más afectadas son las comunidades indígenas.
Tanto es el desamparo que sienten los amazónicos, que los pueblos indígenas debieron pedir medidas cautelares a una jueza para que el Estado los atienda, sobre todo a los enfermos con el covid-19.
Sus ancianos están muriendo con este virus, pero lo peor es que toda esa sabiduría también está desapareciendo. Hay un patrimonio cultural en riesgo.
Los Waorani, Shuar, Achuar, Seikopai, Kichwas, Andwa y Shiwiar tienen miedo a extinguirse, pues el virus ha contagiado a más de 650 indígenas y tienen más de 30 muertos.
Esa debilidad estatal ha sido reemplazada- de alguna manera- por la acción de las universidades, organizaciones no gubernamentales, fundaciones y los mismos municipios y prefecturas, que provén de insumos, medicinas, aplican pruebas PCR y rápidas y dan otro tipo de ayuda. El Ministerio de Salud también interviene, con sus limitaciones.
Ese tipo de intervención es sistemática en la Amazonía, donde hay una carencia de servicios básicos. No se invierte ni se benefician de la explotación petrolera en sus territorios.