El deseo de emprender parece ser propio del ecuatoriano, pero pocas ideas llegaban a materializarse por falta de políticas públicas o de decisión propia. Pero la crisis económica generada por efectos de la pandemia ha lanzado a miles al desempleo obligándolos a iniciar negocios y reinventarse.
En redes sociales se promocionan nuevos y diversos servicios de entrega de alimentos a domicilio, aplicaciones en línea para realizar trámites, buscadores de emprendimientos o producción de mascarillas, de prendas de protección de bioseguridad o de bandejas de desinfección caseras. Algunos de ellos abrieron, por primera vez, una página web para promocionarse o usaron sus redes sociales para algo más que el entretenimiento. El cambio no es fácil, requiere decisión y no tener miedo a tomar riesgos. La emergencia ha hecho que el cambio sea una necesidad y, de hecho, marcará la diferencia entre sobrevivir y adaptarse, económicamente hablando, a esta nueva normalidad.
Y no es cosa solo de los más pequeños. Las industrias tuvieron que acelerar la incorporación de tecnología para, por ejemplo, potenciar las ventas en línea. Otras, que antes veían con recelo el teletrabajo, tuvieron que aplicarlo y tendrán que seguir haciéndolo. La emergencia ha permitido mostrar los beneficios de estos ajustes a empresarios, trabajadores y clientes, aunque -desde luego- son procesos en marcha y que deben mejorar.
Pero quizá el mayor desafío como país está en articular normas y alternativas de financiamiento para que los nuevos emprendedores consoliden sus ideas, y no queden como una respuesta temporal a la crisis.
Caso contrario la informalidad, que no permite un aumento en la recaudación de tributos y mantiene a la gente en una situación laboral precaria, seguirá en aumento en el país. Antes de la pandemia, cinco millones de ecuatorianos estaba en la informalidad o en el desempleo. Las autoridades proyectan que unas 500 000 personas más se sumen a esta situación hasta fin de año.