El impacto de decisiones políticas y manejos poco técnicos en el Banco del Afiliado durante la década pasada comienza a evidenciarse.
Tales decisiones han generado una cartera vencida de créditos hipotecarios de más de USD 400 millones. Los créditos están garantizados por los inmuebles, pero el negocio de un banco no es acumular viviendas que sus clientes no pueden pagar sino intermediar el dinero y generar rendimientos para el beneficio de afiliados y jubilados. Además, recuperar el dinero invertido en esas operaciones puede ser una tarea complicada en medio de un mercado inmobiliario deprimido.
Hasta enero pasado, el banco tenía 11 725 operaciones con más de 60 días en mora. De ellas, el 3% está en coactiva, con un monto de USD 140 millones. Por otro lado, el banco ha tenido que emprender planes de reestructuración para evitar que esas familias pierdan esos inmuebles.
La actual situación es resultado de obviar reglas básicas de prudencia por parte del banco y también de las familias. Una de esas normas señala que una persona no puede comprometer más allá del 30% de sus ingresos netos al pago de deudas. Con la idea de que el Biess debe ser un motor del desarrollo, se obvió ese principio y se sobreestimó los ingresos de los hogares haciendo que se sobreendeudaran. Otras familias, en cambio, usaron las tarjetas de crédito o adquirieron otras obligaciones a pesar de estar ya al límite del endeudamiento con el hipotecario.
Es cierto que el Biess incurre en menos costos de cobranza que los bancos privados porque las cuotas se descuentan directamente de los roles de pago de los afiliados y eso se puede reflejar en una tasa de interés más competitiva. Pero eso no significa que la entidad debe aplicar menores normas de prudencia, más en un contexto de desaceleración donde el desempleo puede aumentar. Por eso, los ajustes que anunció la semana pasada el Biess van por el camino correcto. El desafío ahora será lograr una aplicación técnica.