Es más probable que una persona que tiene una cuenta bancaria use otros servicios financieros como un crédito para iniciar un negocio, ahorrar para educación de los hijos, invertir en salud. Por ello, el Banco Mundial cree que la inclusión financiera es un elemento clave para reducir la pobreza.
Pero en Ecuador esta tarea aún está pendiente. De cada 10 000 adultos en el país, solo 1 566 tienen una cuenta de ahorros, 836 han accedido a un préstamo, 357 tienen tarjeta de crédito y apenas 103 cuentan con una tarjeta de crédito a agosto del 2018, según datos del Reporte de Inclusión Financiera del Banco Central del Ecuador (BCE). Las mayores brechas se registran en provincias fronterizas o amazónicas que también reportan los mayores indicadores de pobreza.
Además, según una encuesta de agosto pasado del BCE, casi la mitad de personas consultadas aseguró que los puntos de atención de las instituciones financieras se encuentran muy lejos de su hogar, más de la mitad dijo no estar satisfecho con los servicios porque son costosos y un 17,9% señaló que no sabía cómo utilizarlos. Nueve de cada 10 personas encuestadas nunca ha recibido ningún tipo de educación financiera por parte de la banca o entidades estatales.
Para cerrar las brechas, otros países apostaron por una inclusión financiera focalizada en el pago electrónico. La estrategia de Ecuador se centró en el llamado dinero electrónico, que permitía realizar pagos en supermercados, tiendas y otros establecimientos desde el celular. La plataforma se lanzó en el 2014 y buscaba alcanzar a la población no bancarizada. Pero la administración estatal no generó confianza. La ciudadanía tuvo dudas del real objetivo del sistema y la plataforma fracasó.
El proyecto pasó a la banca privada que prometió masificar el sistema. El domingo se cumple un año del anuncio y el sistema aún no despega. La discusión sobre los costos de los servicios entre el Gobierno, la banca y las operadoras móviles no acaba, mientras la población sigue a la espera.