La crisis sanitaria no solo está dejando a más jóvenes en el desempleo, también está poniendo en riesgo su formación profesional y límites para alcanzar un futuro de bienestar.
Antes de la pandemia en Ecuador ya existían 142 000 jóvenes en el desempleo. La crisis sanitaria agudizó su situación y más que duplicó la cifra hasta los 295 000.
Un estudio de la OIT revela, además, que en el caso de los jóvenes que han mantenido su empleo en el mundo, sus horas de trabajo bajaron 23% y, con ello, sus ingresos.
Esos empleados jóvenes, que combinan trabajo y estudios, tal vez no puedan finalizar sus carreras. De hecho, la mitad de los jóvenes alumnos ha dicho que probablemente concluirá sus estudios con retraso y 10% prevé que no podrá terminarlos.
Pese a los esfuerzos de las instituciones educativas para asegurar su continuidad, especialmente con aprendizaje en línea, el 65% de los jóvenes indicó que había aprendido menos desde el inicio de la pandemia.
Docentes, instructores y estudiantes, especialmente de bajos ingresos, tal vez no hayan estado debidamente equipados por no contar con acceso a Internet, con competencias digitales o con un computador.
Pese a esta dura realidad, los jóvenes también le están dando cara a la crisis con una mayor integración a iniciativas de ayuda colectiva y voluntariado, especialmente a población en pobreza, niños en situación vulnerable o personas de la tercera edad, según el mismo estudio de la OIT.
La atención a los problemas laborales de este segmento de la población requiere de políticas urgentes. Entre las medidas pueden estar subsidios o incentivos para que se aumente la contratación de jóvenes, ampliación del seguro de desempleo, ampliar la cobertura de seguridad social a quienes han perdido el empleo. Eso requiere de recursos estatales y el Fisco hoy no los tiene. Por eso, es necesario discutir la posibilidad de subir impuestos o contribuciones a quienes más tienen, como una vía para financiar estas políticas.