La absurda y caricaturesca imagen de un ciudadano con piel de búfalo y cuernos aparatosos usurpando el lugar de la presidencia del Senado de EE.UU., no se borrará por mucho tiempo.
La irrupción de la horda criminal el 6 de enero, cuando los legisladores se disponían a debatir y contrastar los argumentos para calificar los votos electorales y proclamar como legítimo ganador de la justa electoral a Joseph Biden, fue un golpe burdo a un símbolo de la democracia norteamericana. El Capitolio. Así fue como nuestro ‘Toro sentado’ del siglo XXI, vino, vio, rompió, se sentó y creyó que venció. Ahora sabemos que se trata de Jacob Albert Chansley, que milita en un movimiento de teorías de la conspiración QAnon, con canal de YouTube.
Su abogado dice que procedió de forma pacífica; olvida que irrumpir en el Congreso no es muy pacífico que digamos y que ese día muchos inocentes pagaron con su vida, por el transcurso de los acontecimientos.
El abogado de este peculiar ‘Toro sentado’ alega que se comportó de forma pacífica. Los legisladores. Aun varios de ellos republicanos, del partido que llevó al poder a Trump no piensan lo mismo. La acción amplificada por la fuerza de las redes sociales ha causado una herida fuerte a las instituciones y su simbología.
El asaltante, se arrepiente. Pide perdón al Presidente Trump, acaso olvidando que su acción estuvo orientada a forzar que en el Congreso se tuerzan las circunstancias a favor del Presidente, cuando es evidente que el voto popular y los votos electorales favorecían a Biden, como respuesta a la voluntad del pueblo.
Según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, Chansley ha sido acusado de entrar o permanecer conscientemente en un edificio o terreno restringido sin autoridad legal, y de entrada violenta y conducta desordenada en el Capitolio.
El ídolo político de ‘Toro sentado’ afrontará el segundo ‘Impeachment’ en un mandato algo sin precedentes, como también lo fue el asalto al Capitolio.