Los vecinos de Tumbaco y Cumbayá organizaron brigadas de seguridad para precautelar sus hogares. Foto: Cortesía
Los vecinos de las parroquias de Tumbaco y Cumbayá, ubicadas en el oriente de Quito, se protegieron de los saqueos y hechos de violencia durante las protestas en contra de la eliminación del subsidio a los combustibles. Brigadas de seguridad se conformaron para realizar rondas por las noches.
Antonio Terán, habitante de un conjunto residencial ubicado en la intersección de la Ruta Viva y la vía Intervalles del barrio Cununyacu, cuenta que sus vecinos buscaron alternativas para defenderse. Una fue colocar tablones en las puertas para atrancarlas. También pusieron cuatro vehículos en el ingreso para encender las bocinas y las luces si algún desconocido trataba de pasar. Cada dos horas, tres personas se alternaban en guardias nocturnas para vigilar.
De igual forma, los moradores de la urbanización contigua organizaron patrullajes y recorridos. La consigna era impedir que personas desconocidas accedan a causar desmanes o robar las viviendas. La gente de ambos sitios coincide que se vivieron momentos de tensión durante las manifestaciones que duraron 11 días.
Los momentos de mayor preocupación ocurrieron cuando encapuchados acudían a la Ruta Viva para causar desmanes en la propiedad privada y apedrear a los vehículos. Otro instante de miedo fue cuando conductores de camiones trataron de cerrar el paso en el nuevo puente sobre el río Chiche que conduce al aeropuerto Mariscal Sucre.
Rocío Hidalgo, del barrio Tola Chica Uno de Tumbaco, también organizó brigadas nocturnas. Según narra, la tensión aumentó cuando se propagaron los rumores de que unos vándalos trataron de saquear un súper mercado ubicado en la avenida Interoceánica.
“Ventajosamente no hubo intentos de robos y nos ayudó la Policía Nacional. Nos ayudamos con las alarmas comunitarias y chats”, manifiesta.
Andrea Mediavilla pertenece al vecindario San Blas de Tumbaco. “Con mis vecinos nos ayudamos porque había muchos robos y la presencia de gente extraña que pasaba junto a las casas”. Cuando se escuchó los rumores de los saqueos -añade la mujer- la instrucción que recibieron de la Policía fue quedarse en casa y no salir.
Cuando un joven encapuchado apareció por el barrio, 15 vecinos salieron con palos a investigar de quién se trataba. También intercambiaron información con los vecinos de otros sectores para permanecer alertas.
Juan Francisco Aguirre es morador de Miravalle 3 y miembro del Grupo Rescatemos Cumbayá. Indica que la unión entre la gente fue fundamental para afrontar la emergencia. En ese sentido, lo primero que organizaron fue chats comunitarios.
También hicieron un análisis de los sitios vulnerables de las urbanizaciones para que nadie ingrese como una quebrada, una pared dañada, las malas condiciones de una garita, etc. “Lo mejor fue que los vecinos ya se conocían y se efectuaron asambleas. Así fue más fácil manejar las cosas. Utilizamos mucho las redes sociales”.
También se hizo un llamado a los moradores para que no se aíslen y se preocupen por toda la comunidad. Si se presentaba algún problema, la gente se organizaba para salir en grupo para evitar amedrentamientos o saqueos.