Al entrar al área de comidas del mercado de Santa Clara se escucha a las vendedoras decir: “Venga, venga caserita, ¿qué le sirvo?”. Una extiende una cuchara grande de hierro enlosado llena de mote. “Pruebe, venga le pongo el mote con chicharrón”, dice. Desde el domingo pasado, ella y sus compañeras se sienten de nuevo en casa, luego de atender por cinco meses en el parqueadero.
Las vendedoras ofrecían sus productos en un parqueadero del mercado, mientras se reparaba la red de alcantarillado que, según el Municipio, estaba en emergencia, por constantes inundaciones.
Ligia Ascárate, quien tiene un puesto de desayunos desde hace 40 años, estaba aliviada de trabajar con comodidad. Dice que luego de que el Municipio, a través de la Coordinación de Mercados, Ferias y Plataformas, terminó la obra subterránea, ella y su hija Rosa Osorio se encargaron de lo demás. Cambiaron baldosas y se juntaron con el resto de compañeras para pintar las paredes.
Hoy pueden recibir de nuevo a sus clientes, de 06:00 a 18:00, y ofrecer carne, huevos, chocolate, café, arroz y otros. Según Ascárate y Osorio, cuando se inició la intervención les dijeron que tomaría tres meses, pero la obra se alargó.
En su primera etapa, el remozamiento del tradicional mercado costó USD 54 978. Según una nota de la agencia de noticias del Municipio, el alcantarillado se hizo del 10 de enero al 25 de marzo. Luego hubo arreglos en la infraestructura.
Iván Benavides, administrador del mercado, explicó que la obra tomó más de lo planificado porque al abrir el piso se encontraron problemas como filtraciones de agua a cuatro metros de profundidad, que ameritaron rellenos.
La madre de Verónica Puetate recibió uno de los dos locales nuevos en el patio de comidas. Ellas ofrecían morocho, empanadas de viento, chocolate, pan con queso y otros productos, desde USD 0,60, pero en un pequeño puesto en un pasillo del mercado.
Puetate está contenta porque sus clientes ya no están incómodos. Antes no podían sentarse y recibían empujones de otros compradores. Ahora pueden degustar más tranquilamente sus platos.
Aunque los locales lucen flamantes, aún quedan huellas de la intervención. El piso tiene marcas que muestran por dónde se hicieron las excavaciones y hay diferencias de color en las baldosas.
“Ahora estamos tranquilas porque aquí tenemos siquiera la paz. Afuera chupamos aguaceros, lodo, soles, de todo. Eso fue tremendo. Aquí ya estamos bien, dentro del mercado y en nuestros propios puestos. Aquí los clientes también están a gusto”, dice una de las vendedoras de jugos.
La satisfacción de los clientes es evidente. Laura Pillajo va desde niña a comer caldos, corvinas y jugos. “Allá no había dónde sentarse, llovía. Pero aquí es más elegante y cómodo”, dice.
Otros, como Santiago Suárez y sus hijos, fueron por primera vez, porque se enteraron de la buena fama de la corvina en Santa Clara. “Me parece superbueno, un servicio espectacular. Luego vamos a ir por los jugos, que también dicen que son riquísimos”.
Los tres disfrutaban de la comida, mientras cada vez más clientes se acercaban a escoger entre caldos de gallina o de pata, yahuarlocro, hornado, secos de chivo, fritada, etc., para el almuerzo.
Aunque ya están habilitados los locales, Benavides dijo que falta mejorar el sistema de amplificación y de iluminación y está pendiente definir la colocación de señalética. Según la agencia del Municipio, la segunda etapa se centrará en el sistema de agua potable. Costará USD 22 500.