Vecinos del Centro y miembros de Wayku siembran árboles en la quebrada El Tejar. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Las quebradas de Quito son remanentes de vegetación nativa, hogar de fauna diversa y patrimonio natural, histórico, cultural y paisajístico. En la capital están en marcha operativos para verificar el estado en el que se encuentran y frenar el uso indebido de estos espacios públicos, así como iniciativas ciudadanas para recuperarlas.
Wayku es una propuesta ciudadana que busca conservar la quebrada de El Tejar, con apoyo técnico y de la comunidad.
Según la Secretaría de Ambiente, no se puede establecer un número exacto de cuántas quebradas hay en el Distrito Metropolitano de Quito. Sin embargo, en la información levantada por Wayku se establece que habría entre 150 y 160, si se suman quebradas y ríos. Y añaden que en el Distrito se han identificado hasta unas 500 unidades hídricas, lo que incluye también riachuelos y ojos de agua, entre otros.
A lo largo de los años y con la expansión de la ciudad, se optó por rellenar varios espacios. Pero también ha sido común la práctica de convertir a las quebradas en botaderos.
De ahí que en época de lluvias hay consecuencias. Una de las razones del aluvión en Pomasqui, la semana pasada, fue la presencia de escombros, costales de yute y basura en la quebrada del cerro Casitagua, todo eso taponó el colector.
Anteayer la Secretaría de Ambiente, en coordinación con la de Riesgos y Gobernabilidad, realizó un monitoreo aéreo como parte del Plan de Prevención y Respuesta para la Época Lluviosa.
La consigna: revisar zonas que requieran intervención urgente y que han sido convertidas en basureros o escombreras. Se levantó un inventario de puntos críticos: Carmen Bajo, quebrada San Antonio; Carcelén, La Laguna; Carapungo, relleno de la quebrada San Luis; unión de la quebrada Shanshayacu – río Machángara.
Ayer 25 de septiembre del 2020 hubo un recorrido por las quebradas de Calderón. Se prevé buscar alternativas entre varias entidades municipales, para solucionar la problemática.
En lo que va del año, la Agencia Metropolitana de Control ha iniciado 235 actos sancionadores por contaminar y atentar contra las quebradas de la ciudad. De ellos, ya han sido resueltos y sancionados 184.
Esta cifra se traduce en USD 40 485 por sanciones, valor que ingresó a las arcas del Municipio. La Ordenanza 001 establece la sanción de dos salarios básicos (USD 800).
Tatiana Santander, coordinadora de proyectos en la organización Aves y Conservación, que impulsa Wayku, detalla que presentaron el proyecto de recuperación de la quebrada en una convocatoria de la Secretaría de Ambiente y así ganaron el Fondo Ambiental. El plan incluye trabajo con la comunidad.
Ya se han puesto en marcha talleres y mingas, se sembraron más de 100 plantas nativas, con moradores de las ciudadelas Amazonas y Balcón Quiteño, en el Centro Histórico. El lunes pasado, además, se avanzó en una meta: un jardín de colibríes, tomando en cuenta que octubre es el Mes de las Aves.
Para el 17 y 24 del próximo mes están previstas caminatas para visitar la quebrada de El Tejar en grupos pequeños, para respetar el distanciamiento. Propondrán que cada asistente siembre una planta. En el sitio hallaron 80 especies, entre nativas (capulí, arete de bruja) e introducidas (eucalipto, pino), así como 29 especies de aves. Las mingas seguirán. La gente puede enterarse de las actividades a través de la cuenta de Facebook de Wayku.
El biólogo Andrés Marcayata dice que con la desordenada explosión demográfica, la urbe ha perdido variedad de quebradas, esto ha afectado a plantas, aves, anfibios y reptiles. Entre las aves más comunes en estos sitios están: quinde herrero, colacintillo coliverde, monja pechiamarilla y pinchaflores. Él sugiere acciones como la reforestación y designar zonas verdes intangibles.
La Secretaría de Ambiente detalla que, por ejemplo, en el 2019 se intervino la quebrada Mishihuayco, con un presupuesto de USD 20 646: se sembraron 250 árboles nativos.
Marcayata recalca la necesidad de recuperar las quebradas para no afrontar emergencias sino “lograr que anfibios y reptiles vuelvan a escucharse en una tarde o noche de lluvia”.