Irene Maila y María Emilia Estévez, primera y segunda desde la izquierda, son dos de las mujeres que asisten al ministerio de La Dulce Espera. Foto: Carolina Enríquez / EL COMERCIO
Las mujeres con dificultades para ser madres encuentran un alivio espiritual y moral los segundos miércoles de cada mes en la iglesia de La Paz, en el norte de Quito.
Allí se celebra la misa de la Virgen de la Dulce Espera. Decenas de mujeres que buscan tener un hijo o que lograron el “milagro” de la maternidad acuden para rezar y encontrarse con otras que se encuentran en la misma situación.
“Tenemos este ministerio para llevar la esperanza. Es una devoción especial a la virgen María. En Quito se encuentra en cuatro parroquias. Se bendicen los vientres de las mujeres que ya están embarazadas. También hacemos oración por las parejas que, queriendo, no han logrado concebir. Para ellos la lucha suele ser más fuerte”, comenta el padre Édison Sotomayor, párroco de La Paz.
Hasta finales de julio, había 42 mujeres registradas para pedir que puedan concebir, mientras que 29 estaban ya embarazadas. El conteo lo llevan a cabo las integrantes del ministerio de La Dulce Espera; éste cuenta, además, con un chat en el que se publican actividades que se llevarán cabo como parte de la comunidad.
Irene Maila, quien lidera la agrupación, explica que la mayoría de participantes son ecuatorianas, pero también personas en Argentina, Venezuela, España y EE.UU.
Ella está entre las mujeres que buscan embarazarse. Durante años ha acudido a médicos y se ha realizado tratamientos buscando una respuesta a su situación, sin resultados.
Conoció de este ministerio en la iglesia de La Primavera (Cumbayá) y luego, cuando llegó a La Paz, se quedó. La fe, dice, le ha permitido mantener la esperanza y no derrumbarse durante el proceso. “Espero ser la próxima en ser bendecida”.
Algunas mujeres como María Emilia Estévez ya lo han sido.
Apenas se casó, hace tres años, quiso tener un hijo. Sin embargo, luego del primer año de no concretarse su sueño, decidió que era hora de buscar ayuda médica.
“Empecé a preocuparme porque quería que fuera rápido. Estaba muy tensa”, relata. Luego de unos exámenes descubrió que tenía un pólipo endometrial y se operó; a pesar de ello no lograba concebir; hubo un médico que, incluso, le pidió que recurriera a la concepción no natural con un método agresivo, por lo que se sintió decepcionada.
“Yo trataba de no topar el tema. Uno se estresa muchísimo y la familia le exige. Me sentía muy mal”, comenta.
Comenzó, junto a su esposo, a participar de las eucaristías y, a la par, bajar su nivel de tensión. Nueve meses después, luego de un posparto complejo, tomó en sus brazos a sus gemelos.
Como el de ella, los testimonios son numerosos. También acuden a rezar otras mujeres y hombres que si bien no buscan concebir, son esposos, padres, abuelos, etc., que interceden por parejas de parientes y amigos que están en esa lucha.
“Venimos personas como yo, abuelas. Intercedemos por las mujeres que no pueden estar presentes. Recé por una hija que por mucho tiempo no podía concebir y lo logró. Antes iba a La Primavera, pero ahora vengo a La Paz. Pido por otra hija mía”, explica Gladys Tamayo.
Actualmente, el ministerio está formando la célula de La Dulce Espera. A través de Whatsapp las mujeres están en contacto permanente; realizan oración y comparten testimonios. Esperan desarrollar, además, diversas actividades.
Lo conforman también otras mujeres que no están interesadas en concebir o que no son madres, pero que están a la espera de otras bendiciones en su vida.
El padre Édison también participa y ofrece un mensaje de esperanza y de que existen diferentes formas de ser fecundos en la vida.