Las madres sustitutas de Santo Domingo también festejan su día

Tania Quirola

Tania Quirola

Se dicen madres de corazón. Son tías, abuelas, hermanas o madrinas que se dedican al cuidado de los niños  y desempeñan la labor de las madres biológicas.

El orientador vocacional, Cleber Solórzano, asegura que esta figura  familiar se ha vuelto común debido a la migración o  a la muerte de los padres. “De 10 familias a las que trato, tres son disfuncionales”.

Para él, es una suerte que haya personas que los acojan sobre todo en la niñez y adolescencia, que es cuando más se necesita de orientación. “El sentirse queridos y respaldados hará que los jóvenes continúen con sus vidas normalmente”.

Para el psicólogo infantil Henry Garcés, es importante que los menores conozcan la realidad. De esta forma podrán valorar los cuidados y sacrificios.

Además, en épocas especiales como el Día de la Madre, que este año se festeja el 12 de mayo, los menores podrán rendir un homenaje a sus segundas mamás.

Las madres sustitutas deben preparar a los hijos para que se desempeñen fuera de casa sin dificultades.  “En ningún caso se debe sobreproteger al menor. Pero se debe acompañarlos  en momentos difíciles. Ser un apoyo incondicional y una guía”.

Solórzano aconseja que si hay otros niños en la familia se dialogue con ellos antes de acoger a un familiar. Esto hará que la situación del menor sea más agradable.

En el caso de los hermanos, Garcés recomienda que se evalúen los roles. Aunque la hermana mayor actúe como madre, debe recordar su papel de amiga y de cómplice. “Muchas veces la responsabilidad a temprana  edad se convierte en autoritarismo. Se debe buscar un equilibrio y el mayor debe asimilar que también perdió a la madre”.

‘Yo nunca lo abandonaré’
Tania Quirola / Hermana y madre

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“Lo siento parte de mí. Hemos estado juntos desde que nació hace 17 años. Kevin es mi hermano menor, pero siempre lo he visto como mi hijo. Si sufre yo también lo hago.  No imagino mi vida sin  él.

Este cariño se fortaleció desde que él tenía cinco años, porque mi madre debía trabajar para sostener el hogar. Nosotros estudiábamos y yo lo cuidaba. A veces debía hacer los deberes en el jardín, porque él no se enseñaba y lloraba. Solo se calmaba cuando me veía.

Luego me casé y tuve dos niñas. Algunas veces había celos por el cariño de mi mami, pero poco a  poco se fue solucionando.

Hace cuatro años mi mamá falleció. Fue un golpe muy duro para la familia, pero en especial para él porque era el consentido. Entró en una depresión y yo no sabía cómo manejar la situación. A Dios le pedía sabiduría. Con el tiempo empecé a comportarme como lo hacía mi madre.

Recuerdo que me acostaba en la cama con él y conversábamos por horas como lo hacía con ella. Esa estrategia me dio resultado. Pero era muy difícil verlo sufrir. Antepuse mis sentimientos y traté de ser fuerte y sonreír para que mi ‘ñaño’ estuviera bien.

Desde que mi mami falleció nos unimos más y hemos tratado de salir adelante. Este año se gradúa del bachillerato. Su sueño es ser arquitecto. Yo pienso ayudarlo hasta que tenga vida. Estoy consciente de que solo somos nosotros y debemos luchar para salir adelante”.

‘Siempre lucharé por ellos’
María Rubio /Abuela y madre

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“Tenerlos a mi lado significó dejarlo todo por ellos. Mi hijo mayor  Hernán Núñez me dio dos nietos. Son Freddy, de 21 años, y Diego, de 19. Ellos vivían conmigo desde que nacieron. Su madre viajó a España hace 14 años.

Yo les daba todo y los crié como si fueran mis hijos. Traté de guiarlos por el buen camino y su madre estuvo de acuerdo con que vivieran conmigo. Cuando su padre falleció, en el 2001, su madre regresó a los ocho meses por mis nietos, pero ellos no querían viajar a España.

Entonces se inició un pleito legal. Ella reclamaba la custodia de mis pequeños, pero los niños no la conocían. Los trámites legales duraron dos años. Tuve que escapar con ellos  para que no me los quitaran. Dejé mi casa, una tienda con la que nos manteníamos y al resto de familia. Pero valió la pena porque los niños estudiaron y fueron abanderados nacionales.

Por suerte y con el tiempo, mi ex nuera entendió que el hogar de los niños era en Ecuador. Me pidió disculpas y me dijo que no intentaría llevárselos de mi lado.

Mis nietos me han dado las mayores alegrías. Por ejemplo, ahora Diego vive en Estados Unidos y siempre me llama por Internet. Ya tiene 19 años. Allá trabaja y estudia inglés.  

Una de las frases que más me gusta es cuando me dice: mi abuelita buena. Eso me conmueve mucho. Mi Freddy, en cambio, se casó hace poco y está tratando de formar su familia”.

‘Les amo como a mis hijos’
Magdalena Mendoza / Madrina y abuela

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“Yo eduqué a mi negrita desde que nació. Génesis, de 18 años, es la hija de la señora que me ayudaba con los quehaceres del hogar. Me encargué de su educación.

Su madre me pidió que fuera su madrina, pero yo la quiero como a una hija. No sé qué sería de mí sin ella porque es una compañía. Además llena la casa de alegría junto con mis otros dos nietos, quienes también viven conmigo desde que eran pequeños. Mi hija se volvió a casar y yo decidí quedarme con ellos y brindarles todo el amor de madre.

Claro, eso no quiere decir que sea permisiva. Por el contrario,  trato de educarlos para que se desempeñen solos en el mundo.

En mi casa las costumbres manabitas predominan en la comida y en la forma de educar a los pequeños. Ellos saben con solo una mirada lo que deben hacer.

Gracias a Dios son niños buenos. Los tres estudian. Génesis, que es la mayor, cursa el cuarto año de bachillerato. Jocelyn, de 16, estudia en el colegio Julio Moreno Espinoza y el más pequeño y el consentido, Carlos, tiene 12 años y está en la escuela. Para que no les falte nada yo sigo con mi oficio de costurera. Mi mayor satisfacción es que ellos estén bien. Por eso los apoyaré hasta que muera.

Para mi familia ha sido una bendición tenerlos. A mí me mantienen activa. Desde la semana anterior estuvimos con lo de las matrículas para el nuevo año lectivo. Me alegra compartir con ellos”.

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