Familiares de las víctimas y activistas se reunieron afuera del gimnasio para realizar un segundo cierre simbólico del centro de gimnasia. Foto: EL COMERCIO
Salomé está fuera del país, pero su familia acompaña su lucha. Aquí, en Ecuador, sus palabras retumban en la voz de su hermana Sofía. “Este día parecía lejano, incluso imposible”, dice la carta que envió la mujer, una de las cinco que denunciaron haber sido abusadas sexualmente por parte de su profesor de gimnasia cuando eran niñas y asistían a un gimnasio ubicado al norte de Quito.
Sofía continúa con la lectura de las palabras de su hermana: “romper el silencio no es nada fácil, es doloroso y toma tiempo. Cuando hablé por primera vez pensé que había sido un error, me sentía expuesta. Pensé que había sido en vano y por mucho tiempo después de este primer suceso intenté “borrar” ese error callándome de nuevo”.
A través de la campaña #SeremosLasÚltimas y con el acompañamiento de las abogadas de Surkuna, las cinco mujeres decidieron hacer públicas sus denuncias y contar lo que vivieron cuando eran niñas. Su objetivo -aseguran- es que Alcides P., el profesor de gimnasia, nunca más cometa con otras niñas los mismos abusos que ellas sufrieron en su infancia.
El caso llegó a la Junta Metropolitana de Protección de Derechos de la Niñez y Adolescencia La Delicia. El 12 de julio del 2019, como medida de protección, esta Junta dispuso el cierre temporal del gimnasio que seguía funcionando desde hace 30 años en el mismo sitio. Además prohibió que Alcides P. se acerque a las niñas que asistían al mismo o las intimide de cualquier forma. Otra de las disposiciones fue que la Dinapen realice una supervisión periódica para verificar que se cumpla con el cierre.
El cerramiento quedó cubierto con la cinta de peligro. Para los padres y hermanos de las sobrevivientes es un primer paso hacia la justicia. Foto: EL COMERCIO
La tarde de este miércoles 31 de julio del 2019, familiares de las víctimas y activistas se reunieron afuera del gimnasio para realizar un segundo cierre (simbólico) del centro de gimnasia. Colocaron cintas amarillas con la palabra peligro y adhesivos de la campaña #SeremosLasÚltimas.
“Basta, basta, basta de proteger… a los agresores que compran el poder”, “30 años de impunidad, ni un minuto abierto más”, “las niñas, las niñas, las niñas no se tocan”, “gimnasio cerrado, Alcides condenado” fueron las consignas que gritaron los asistentes al acto simbólico. Entre ellos estaba Rubi Torres, padre de Salomé, quien -asegura- espera que la Fiscalía realice las investigaciones pertinentes sobre las acusaciones realizadas sobre Alcides P.
La paz solo llegará “cuando se cierre definitivamente el gimnasio, cuando el agresor sea juzgado y esté preso y cuando nunca le vuelva a pasar a otra niña lo que les pasó a nuestras hijas”, dice Óscar Altamirano, padre de Stephanie. Ella tiene 29 años. Sus progenitores supieron de los abusos que sufrió desde los 8 hasta los 11 años, apenas hace dos.
Verónica Vera, de Surkuna, recordó que las medidas de protección emergentes de la Junta de Derechos son de obligatorio cumplimiento. Enfatizó en que otra de las disposiciones es la creación de una comisión interventora, integrada por representantes de Educación, Deportes, Consejo de Derechos y otras organizaciones sociales. La finalidad es analizar la situación de centros como este gimnasio, a los que ningún ente estatal regula.
Sofía continúa la lectura de la carta de su hermana. “Hoy, después de 10 años desde que comenzó toda esta locura estamos aquí, paradas afuera de un lugar que debería estar cerrado hace muchísimo tiempo. Hoy me siento fuerte porque estoy acompañada de muchas valientes sobrevivientes, me siento rabiosa porque somos muchas la agredidas por Alcides P.”
Rubi Torres, el padre de la mujer que escribió la carta y que fue la primera en denunciar haber sido abusada cuando tenía 8 años dice que al momento existen 12 sobrevivientes que se contactaron con la campaña #SeremosLasÚltimas tras conocerse los casos de las cinco mujeres que iniciaron. “Todas dicen haber sido abusadas sexualmente por la misma persona”.
La carta va finalizando y la voz de Sofía se resquebraja. “Hoy digo nunca más me voy a volver a callar, Alcides, se acabó”. Sofía intenta recuperar la entereza hacia el final del mensaje de Salomé. Continúa: “Me despido y ¡que vivamos las sobrevivientes! Fuerza compañeras, gracias equipo, gracias gente por creernos y ser parte de este proceso. Ahora sí, cerremos este horrible lugar. Salo”.
Humo verde y amarillo cubren las puertas del gimnasio, junto a la insignia #SeremosLasÚltimas. El cerramiento quedó cubierto con la cinta de peligro. Para los padres y hermanos de las sobrevivientes es un primer paso hacia la justicia.