El planeta Tierra gira en sentido opuesto a las manecillas del reloj, esto marca algunos factores como las mareas o el clima. Foto: NASA Goddard Space Flight Center Follow/Flickr
Si usted mira a la Tierra desde el polo norte podrá darse cuenta que este cuerpo celeste gira al contrario de las manecillas del reloj, es decir de oeste a este. La rotación del planeta parecería un hecho aislado, pero de ello dependen muchos fenómenos como el clima, las corrientes marinas o el crecimiento de la vegetación. Pero, ¿qué sucedería si esto cambiara y girara en otra dirección?
Precisamente esta fue la pregunta que se hizo un equipo de investigadores de la Universidad de Reading en Reino Unido. Para descubrirlo, hicieron una simulación digital de la tierra girando en otro sentido y los cambios fueron dramáticos.
Primero es necesario aclarar ciertas cosas sobre la rotación de la tierra. Por ejemplo todos los planetas del Sistema Solar giran en la misma dirección que el Sol – es decir en sentido antihorario – excepto Venus y Urano. Estos dos últimos lo hacen en sentido horario. Aunque los científicos aún no se ponen de acuerdo sobre por qué estos cuerpos celestes no rotan como sus compañeros del Sistema Solar, tienen algunas hipótesis y una de las más aceptadas se debe a la densidad de su fuerza gravitatoria, la que produce un movimiento de ese tipo.
Volviendo a los cambios que sufriría la Tierra si girara en otro sentido, uno de los más significativos sería la presencia de los grandes desiertos, explicaron los investigadores británicos. En el planeta el gran cinturón desértico está en África Occidental y se extiende hasta Oriente Medio, si la Tierra rotara en otra dirección estas zonas estarían llenas de vegetación.
Por otro lado, América tendría los grandes desiertos, uno de ellos comprendería toda la zona sur de Brasil y Argentina. Además, el sur de Estados Unidos también tendría una aridez muy marcada. En el caso de Europa, los inviernos serían mucho más gélidos de lo que son ahora.
Pero en general la Tierra sería más verde, concluyeron los investigadores. Los desiertos se reducirían de 42 millones a unos 31 millones de kilómetros cuadrados y las praderas aparecerían en más de la mitad de las antiguas áreas desérticas.
Los océanos también cambiarían. Existen unos microorganismos llamados cianobacterias que inundarían el Océano Índico y especies nuevas aparecerían en esta zona. Las corrientes que regulan la temperatura de los océanos también se alterarían, como la de El Niño, por ejemplo, no estaría en el Océano Pacífico sino en otro lado, concluyó el estudio.