Imagen referencial. En Afull hicimos una recopilación de historias sobre citas que resultaron un fracaso, encuentros amorosos fallidos y otras desgracias, con motivo del día de San Valentín. Foto: Pixabay
La primera cita suele definirlo todo; si te proyectas seguro de ti mismo, eres divertido y tus conversaciones son interesantes, puede que tengas algo de suerte con esa persona. Las citas románticas a veces salen muy bien, como en una película de Disney para adolescentes. Pero a veces no. A veces son un completo desastre. Y a todos les ha pasado que, o por torpeza propia o por la fuerza de las circunstancias, lo que se suponía debía ser un encuentro de ensueño, termina siendo un fiasco. Con motivo del día de San Valentín, Afull ha recopilado algunas divertidas e insólitas historias sobre citas que resultaron un fracaso.
Carla, 28 años
Un man al que claramente yo le gustaba me invitó a tomar un café. Pensé que sí podría ser lindo salir con él, así que fui súper arreglada. El man llegó en facha de ejercicio porque se iba a jugar tenis y me invitó el café solo para hablarme brevemente de un negocio. Como yo estaba tan arreglada me dijo: “Ichi ¿Tienes una cita?”.
Bernarda, 24 años
Fui a un café a terminar un trabajo de la universidad. Frente a mí había un chico. Me empezó a conversar y charlamos por una hora. Me preguntó si quería ir a tomar un café otro día. Le dije: “Bueno, ¿por qué no?”. Al final fuimos a tomar una cerveza. Empecé a notar que era mayor de lo que parecía; de hecho, había sido profesor en la universidad. Fui al baño y cuando regresé, él me dijo: “No te preocupes, no puse ninguna droga en esa cerveza”. Hice que se la tome él y pedí otra. Compró una botella de vino y, mientras conversábamos, se la tomó solito. Después de media hora, el man estaba “mamadazo”. Yo le dije que me iba y él me pidió que no me fuera. Cuando estaba saliendo del local, en el parque de al lado, él se botó al piso y se agarró de mi pierna, gritando: “No te vayas”. Salí corriendo del lugar. Después de una hora, el man me escribió y me dijo: “Oye, pasé súper bien, hagámoslo otra vez”. Obviamente no le respondí y lo bloqueé.
Daniela, 22 años
Estaba con mi pareja de ese tiempo festejando nuestro aniversario. Y como estábamos cortos de dinero, decidimos hacer algo simple e ir al parque La Carolina a hacer un pequeño picnic a la hora de almuerzo. Ya habíamos terminado de comer cuando se acercaron unos tipos a vender pulseritas, pero se veía medio raro porque las pulseras estaban sucias y bien feas. Entonces, yo les dije que no tenía dinero y empezaron a insistir. Después, nos empezaron a preguntar si creíamos en Dios y eso estuvo súper raro. De repente, nos comenzaron a insultar y a gritar como para asustarnos y a decirnos cosas como: “Pasa todo, c… tu madre”. Yo estaba tranquila, pero hubo un momento en que se rayaron feo y nos mostraron un machete que tenían en la maleta. Nos dijeron que nos iban a matar si no les dábamos las cosas. Seguido les dimos nuestros celulares y lo poco de dinero que teníamos. Se fueron corriendo. De ahí, nos fuimos asustados a la casa de mi novio, que vivía cerca. Y mi suegra, que me odiaba, me empezó a culpar a mí de todo. Como era extranjera comenzó a gritarme en otro idioma. Mi novio me prestó algo de dinero y regresé sola a mi casa.
Mateo, 25 años
Estaba en el bus y vi a una chica igual a Ygritte de ‘Juego de Tronos’, pero con pelo castaño. Me acerqué y le dije “Valar Morghulis”. En mi cabeza, pensé: “Qué idiota eres ¿Por qué le dices eso, ñoño?” La man, para sorpresa, me respondió: “Valar Dohaeris”. Me quedé loco. Tuve que pedirle su número ese rato y accedió. Después de hablar un tiempo por Whatsapp, quedamos en vernos. Nos dijimos que nos gustábamos, empezamos a salir por un mes y luego le dije que no podía seguir en una relación porque me di cuenta que no era lo que buscaba. Era mentira, ya me había aburrido porque la chica no hablaba nunca.
Isabel, 20 años
Hace unos años, hablaba con un tipo de mi colegio que me gustaba mucho. Habíamos salido de vacaciones y desperté en la casa de un amigo. Desayunamos una olla de macarrones con queso. En la tarde, este chico me invitó a una cita y yo partí feliz a juntarme con él. Me compró un terremoto (coctel de vino blanco con helado de piña), nos sentamos a conversar en el pasto y ya estábamos en lo más íntimo y profundo de nuestros sentimientos, cuando me empecé a sentir borracha. Todo me daba vueltas y no podía concentrarme en lo que me decía, así que me acosté a “mirar el cielo”, tratando de controlar el remolino en el que estaba. Cuando me di cuenta de que no iba a salir de esa, le dije que tenía que irme a casa y me dijo: “Bueno, te voy a dejar”. Me levanté del pasto y lo primero que hice fue vomitar explosivamente todos esos macarrones que había comido en la mañana. Muerta de vergüenza, le dije: “Perdón, ¡qué humillación!”. Y aún no alcanzaba a tirar el escupitajo con bilis de cuando terminas de vomitar y me dijo: “No importa, a todos nos ha pasado”. Me plantó un beso en la boca llena de vómito. Fue un final “feliz”.
Pamela, 31 años
Era mi cumpleaños. Él me llevó a una tienda a comprar una cerveza, pero al bajarme del auto se me enredó el pie con el tirante de la mochila y caí en cuatro, con las piernas dentro del carro y las manos en la vereda. Nunca volvió a llamar.
Thalía, 24 años
Una vez salí con un chico. Íbamos en su auto y, cuando se detuvo, él se bajó para abrirme la puerta. Yo solo regresé a ver y me dijo: “Yo sé que no te gusta que te abran la puerta del carro. Pero lo hago porque no quiero que la golpees contra el poste o la vereda ¿Ya vas a salir?”.
Javier, 42 años
Compré vino para la cena que habíamos programado. Cuando llegué, había colado a su ex. Todos sonreímos mucho, comimos rico y él se quedó mientras yo subí a buscar bus en la noche guapuleña.
Stéfano, 25 años
Salí con una chica ya por segunda vez (en esos tiempos se usaba mil veces menos las redes sociales). Todo iba bien, cuando saliendo de un café hacia el cine, nos encontramos con quien resultaba ser su suegra, de cuya existencia obviamente no conocía. Ella me presentó como su “primo” y fue un: “WTF”. Pero me quedé tan frío que hasta que se fue la señora no sabía qué decir. Como ya tenía las entradas, fui de todas formas. Había un grupo de gente comprando y les dije: “Me sobra una, ¿alguien quiere?”