Pos sus materiales y diseño los jeans japoneses son muy cotizados por las personas que saben de moda. Foto: Cuenta de Facebook 桃太郎ジーンズ/Momotaro Jeans
No existe prenda más democrática que el pantalón vaquero, también conocido como tejano o bluyín. Confeccionados con tela de mezclilla, la variante más popular fue inventada por Jacob Davis y Levi Strauss en 1871. Lo que nació como un accesorio de trabajo para fornidos mineros y cowboys del viejo oeste norteamericano, hoy es usado por absolutamente todos, independientemente de la edad, género o condición socioeconómica.
Popularizados en la década del cincuenta, sobre todo entre los adolescentes miembros de la subcultura greaser, de aspecto similar a los personajes que inmortalizaron Olivia Newton-John y John Travolta en el filme ‘Grease‘, los vaqueros continuaron ganando adeptos con el paso de los años. Adoptados con igual pasión por los hippies de los sesenta, además de los punk y rockeros de los setenta y ochenta, los jeans son hoy más codiciados que nunca.
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Prueba de su popularidad en la era de las redes sociales y los hipsters son los exorbitantes precios que pueden llegar a alcanzar modelos que son vendidos como variantes premium. Lejos de sus orígenes proletarios, firmas japonesas se han apoderado de un nuevo nicho de mercado en el que no resulta desopilante desembolsar USD 2 000 por un par de pantalones de mezclilla.
Reconocidos por medios especializados y expertos del mundo de la moda por su género resistente, desgastado distintivo, líneas marcadas y una llamativa atención al detalle, los jeans japoneses son un objeto de deseo entre fashionistas hace décadas. Pero nunca antes los fabricantes nipones habían ofrecido prendas como los Momotaro Jeans, unos pantalones confeccionados en un telar operado totalmente a mano que se venden por la friolera de dos mil dólares el par.
Según reporta el periódico financiero The Wall Street Journal, el foco no está puesto en imitar la tradición norteamericana. “No pensamos en mejorar algo típicamente estadounidense”, dijo el gerente general de Momotaro Jeans, Tatsushi Tabuchi.
Otras marcas de denim japonés como Samurai, Big John y Needles también se han ganado la admiración de influencers de todo el mundo y de revistas como Vogue. Aquellos con presupuestos menos holgados también pueden recurrir a opciones de firmas como Gap o Uniqlo, las cuales también están confeccionadas con mezclilla de origen nipón pero a precios mucho más accesibles.
El pequeño puerto japonés del distrito de Kojima, en la prefectura de Okayama, sirve como base para que las grandes firmas del país asiático fabriquen algunos de los vaqueros más costosos del mundo. Conocida como la “capital del jean japonés“, desde allí salen productos que generalmente son vendidos a personas que habitan las capitales más modernas del planeta, realizados con técnicas que muchos podrían
considerar obsoletas hoy día.
Kojima ha sido un pujante centro textil durante siglos. Ya desde el período Edo, entre 1603 y 1868, era el núcleo de producción de lo que se conoce como sanada-himo, las cuerdas de paño utilizadas para enfundar los mangos de las espadas samurai. Durante el período Meiji, entre 1868 y 1912, Kojima fue el centro de manufactura de los tradicionales soquetes tabi mientras que, finalizada la Segunda Guerra, pasó a ser el sitio donde se confeccionaban los uniformes escolares para gran parte del país.
En la actualidad, más de 30 firmas producen jeans en el área y existen otras 200 compañías vinculadas a la industria que trabajan en Kojima. Juntos, representan alrededor del 40% de la producción de vaqueros a nivel nacional.
En el caso particular de los jean Momotaro, uno de sus secretos radica en que, para su confección, se utiliza algodón de Zimbabwe, lo que les brinda su particular textura y sus rayas verticales desgastadas conocidas como tate-ochi, una característica de los jeans vintage. Este material es normalmente utilizado para realizar camisas de vestir.
Otros detalles valorados por sus clientes, como la compleja técnica utilizada para el proceso de teñido además de los remaches invisibles que son cosidos dentro del género, sumado a sus interiores cosidos a mano justifican, al menos para los pocos afortunados que pueden costearlos, el enorme precio que requiere tener el privilegio de lucirlos.