Zumthor premiado en Buenos Aires

Santiago Estrella Garcés, Corresponsal en Buenos Aires

Vestido con una levita negra y una camiseta blanca, Peter Zumthor parecía desubicado en la entrega del Premio Pritzker. Considerado como el ‘Nobel de la Arquitectura’, los más de 200 invitados a la entrega del premio, y luego a la fiesta en el  Palacio San Martín de Buenos Aires, vistieron según el protocolo.

Más  detalles del premio y del galardonado
Buenos Aires es la primera  ciudad sudamericana en donde se entrega el premio Pritzker desde que se instituyó en 1979.
Otros ganadores del premio  fueron Jean Nouvel, Renzo Piano y Norman Foster.
Aunque Zumthor ha  desarrollado la mayor parte de su trabajo en Suiza, también diseñó proyectos en Alemania, Austria, Holanda, Inglaterra, España, Noruega, Finlandia y EE.UU.
Su trabajo más famoso está  en Vals, Suiza. Se trata de unos baños termales, considerada  como su “obra maestra”, además de  la Capilla de San Nikolaus von der Flüe, en Alemania.Las mujeres, de vestido largo mayormente de negro,  y los hombres de ‘smoking’, algunos incluso de frac. Menos él, el ganador del premio, que además embolsa a su haber un cheque por USD
100 000  por su obra y una medalla. 

Buenos Aires también se vistió acorde al acontecimiento. Varias calles alrededor del imponente Palacio de la Legislatura de la capital argentina, en donde se entregó el premio, fueron cortados. El operativo de seguridad fue impresionante: no había siquiera peatones por la calle en donde se ubica la entrada principal.  El regimiento de los Patricios escoltaba la entrada. Los equipos de seguridad ejercían un estricto control a los asistentes. Antes de los discursos de orden, la champaña circulaba, y en medio de todo eso, llegó Zumthor.
 
Parecía ajeno a todo, a pesar de que las miradas lo seguían para donde fuera, con esas ganas de acercarse a él, pero sin saber cómo. Miradas de admiración ante un hombre que se veía, de lejos, humilde, como no queriendo estar ahí. Porque al parecer, su vida y su obra son una misma cosa.
 
Quizá por eso adquiere validez lo que escribió Fernanda Canales en la revista Letras libres. “Se ha optado por contener el furor de las respuestas excesivas, formas eufóricas o volúmenes agitados, a favor de espacios sensatos”.
 
Algo así de simple, al menos en teoría, es lo que destaca Zumthor, quien en esa noche  hizo que la arquitectura volviera a la infancia, a la capacidad del asombro, al arte –al fin de cuentas, es también un arte- del descubrimiento.
 
“Cuando empiezo un proyecto estoy en la misma situación que cuando era un niño y experimenté la arquitectura sin saberlo. Esto es lo que me gusta: el inicio”, dijo. 
 

100 000 dólares
 recibió el arquitecto suizo por parte de la Fundación Hyatt, el viernes pasado.Sabe, sin embargo, que no es todo como quisiera que fueran, que la arquitectura, como el cine, es también un arte sujeto a la economía, a la industria y su lucha para conservarse puro siempre.
 
“Entonces llega el trabajo duro, que es cuando tengo que prestar atención para que nadie destruya mi primera imagen, porque cuando hacemos este trabajo como arquitectos, estamos rodeados de políticos, de leyes, de dinero, de clientes que tienen momentos de debilidad”, comentó el arquitecto.
 
No en vano, una de las palabras más usadas en el discurso improvisado de esa noche por Zumthor fue “ser uno mismo”, “hacer lo que uno desea y sueña”, “no hacer lo que los demás esperan de uno”. 
 
Seguramente eso es que lo llevó a pensar en sus primeros edificios, que luego de verlos, no supo reconocer “el modelo de esa edificación. No era yo mismo. ¿Qué es ser yo mismo? Hacer lo que me gusta, lo que creo, no aquello que está en las revistas. Tengo que procesar lo que siento y cuando lo hago, me siento bien porque estoy yendo por el camino correcto”.
 
Si alguien esperaba en su discurso una elaboración teórica de su trabajo, de la madera, del respeto al paisaje, y de su “humilde idea de construir edificaciones que modifiquen a la sociedad pero a la vez se adapten a ella”, se debió conformar con un Zumthor humano y emocionado que intentó pasar inadvertido.

Suplementos digitales