Sara Montenegro votó por primera vez en 10 años. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Sara Montenegro tuvo un inicio de día distinto. La sala de la casa arrendada en donde vive desde hace unos 32 años, en el sector de El Tejar, en Quito, se llenó de personal del Consejo Nacional Electoral, del Consejo Nacional de Discapacidades, observadores internacionales, fotógrafos, camarógrafos y periodistas.
Está por cumplir 76 años y este viernes 31 de marzo del 2017 estaba contenta porque “siquiera por eso se han acordado”. Toda esa gente llegó para verla ejercer su derecho al voto. La mujer, nacida en San Gabriel, provincia del Carchi, votó por primera vez en unos 10 años. Su discapacidad no le permitió sufragar en ninguna de las elecciones desde que llegó al poder el presidente Rafael Correa, dijo.
Antes, toda la vida había votado pero desde que tuvo una cirugía en la columna, no pudo hacerlo. “Yo sufría, decía siquiera salir a votar”, comentó. Ella tiene un carné por una discapacidad del 76%, según su hermana menor Luz María Montenegro.
Fue la primera electora en ejercer su derecho en el programa de Voto en casa en Quito padecía de poliomielitis desde niña. Su hermana relata que hace unos años le detectaron un tumor en la columna y debió someterse a una delicada cirugía. Desde entonces no puede caminar. Además, tiene discapacidad visual pues por una infección perdió su ojo izquierdo y ahora tiene una prótesis en su lugar.
En la primera vuelta, 776 personas votaron bajo esta modalidad en las 24 provincias del país, según el consejero Mauricio Tayupanta. Estas son las segundas elecciones en las que se realiza este servicio. En las pasadas, los votantes fueron 275.
Según Tayupanta, estaban empadronados 883 sufragantes, pero fallecieron 45 de ellos. Tres no tuvieron cédula a la mano para votar y otras 69 no lo hicieron porque tuvieron citas médicas, estuvieron enfermas o no quisieron votar.
La inauguración de la jornada fue en la Delegación Provincial de Pichincha del Consejo Nacional Electoral (CNE) y estuvo a cargo de Tayupanta, quien resaltó el lado humano de esta actividad. El voto en casa es un servicio para la gente que, por sus limitaciones físicas, no han podido ejercer su derecho y este es un programa que les permite participar.
También asistió al acto oficial, en el norte de Quito, el presidente del Consejo Nacional de Discapacidades, Xavier Torres, para quien es importante propender a la igualdad, a la inclusión y a la no discriminación.
El derecho de las personas con discapacidad es el mismo que tiene cualquier ciudadano con todas las seguridades para votar, aunque sea facultativo, asegura. Si ellos quieren votar, tienen que hacerlo.
Torres explicó que 1000 observadores han sido acreditados para evaluar las jornadas de votación de personas con discapacidad tanto en la jornada adelantada que se realizó este viernes como el domingo 2 de abril, para las personas que acudan a los recintos electorales a sufragar.
Antes de salir a la casa de doña Sara, William Cadena, del equipo de Procesos Electorales de la Delegación Provincial de Pichincha, explicó cómo se trabajaría. Los miembros de las juntas receptoras del voto recibieron los paquetes electorales sellados, con las urnas y biombos, a las 07:00.
Luego revisaron los materiales que allí constan y firmaron el acta de instalación. En Quito están empadronadas 48 personas para el voto en casa y 60 en el nuevo programa piloto de voto en geriátricos.
Doña Sara votó sentada en su silla de ruedas. Su hermana Luz María la ayudó. Junto estaba su perrita Candy. Usualmente, ambas pasan solas en la casa porque Luz María sale a trabajar y su hija de 22 años también va a estudiar.
La silla de ruedas está rota, el freno se averió durante una maniobra para acomodar a la mujer en la silla. Durante el día, doña Sara se apoya en su amiga y vecina Rosa León, quien siempre le da “una vueltita”. “La señora Rosita es mi vecinita, ella hace las veces de madre, dice. Cualquier cosa que yo necesite, ella está aquí, yo la llamo por la confianza con ella”, dice emocionada hasta las lágrimas.
La señora Rosa también llora porque le afecta ver a su amiga sufrir dolores o sentir inseguridad por las horas que debe pasar sola. Por eso también estaba contenta por la visita de tanta gente en la casa. Espera que alguien le de una mano para tener una nueva silla de ruedas más cómoda y también apoyo económico para su hermana Luz María, que es quien sostiene el hogar desde que se mudó a cuidarla tras la extracción del tumor.