Un voluntariado ayuda al adulto mayor

Redacción Quito 

Un silencio profundo invade los pasillos del hospital de adultos de la Fundación de Amigos Benefactores de Enfermos Incurables (ABEI). En un edificio, ubicado en la Japón y Mónaco,  atiende a 65 adultos que padecen distintas enfermedades.

El olor a cloro y pastillas se siente por todo el hospital y debido a la condición en la que se encuentran los pacientes, las conversaciones son escasas. Muchos de los enfermos no pueden hablar, sostener objetos en sus manos ni sentarse, por eso las enfermeras deben sujetarlos a la silla de ruedas por medio de sábanas.

Solo el sonido de una televisión se escucha al mediodía, cuando los pacientes van al comedor y observan una película o simplemente miran por la ventana cómo el cielo cambia de color con el pasar de las horas.   

15 pacientes viven en el hospital por la etapa terminal en la que se encuentra su enfermedad. Los adultos que llegan hasta ese hospital son de escasos recursos económicos y muchos de ellos no tienen familiares que los visiten. En esos casos son las enfermeras y voluntarias quienes se ocupan todo el tiempo de esas personas.

Pero, además del cuidado que reciben los pacientes por parte de los empleados del ABEI, también tienen visitas de voluntarios, quienes llegan de colegios y universidades de la ciudad y comparten con los adultos tareas de rehabilitación como pintura y arte, además de lecturas y cuidados más personalizados.

Para Sandra León, trabajadora social del ABEI, el voluntariado es una de las piezas fundamentales de la fundación. “Es un trabajo de entrega total, se debe tener espíritu de servicio  para hacerlo”.

Con actividades recreacionales, programas y terapias, la fundación trata de devolver a los adultos las fortalezas que han perdido y de brindarles una vida digna a quienes están en etapa terminal.

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