Carla Saá, de 59 años y Darío Cifuentes, de 27 años organizan varios de sus objetos personales tras su retorno en el valle de Los Chillos. Fotos: Paúl Rivas
Las familias de Latacunga y de Los Chillos que salieron de sus hogares cuando la actividad del volcán Cotopaxi se incrementó, están regresando. Esto se debe al impacto económico que implicó arrendar un predio; la actual actividad del coloso y a la confianza en las medidas de prevención ejecutadas en los últimos meses.
En Los Chillos, la familia de Carla Saá, de 59 años, hace un par de semanas empezó a sacar los enseres de la casa acogiente en la que vivieron.
Saá contó que la decisión de dejar su hogar fue difícil. “No podía dormir por el temor que la erupción sucediera y por la falta de alertas tempranas”.
Antes de regresar hicieron una evaluación de lo sucedido en los últimos meses. Ya no quería abusar de la hospitalidad de sus amigos, quienes los hospedaron por cuatro meses. Otro tema fue la preocupación que generaba seguir con sus pertenencias embodegadas y la casa abandonada.
La justificación de Hugo Sandoval, morador de El Triángulo (Los Chillos), para retornar fue distinta. Su familia debió arrendar un predio en Conocoto por USD 800.
Sandoval calculó que en estos dos meses que dejó su hogar gastó USD 3 000. Se incluye el arriendo y la movilización de los enseres.
También cree que ahora existe una mayor preparación y planes de prevención. Lo alentó, además, la reapertura del Parque Nacional Cotopaxi.
Pese a que dejaron sus casas, las dos familias siempre estuvieron visitando sus propiedades. Cuando estas visitas coincidieron con charlas o simulacros no dudaron en participar. Sin embargo, para ambas familias estas medidas deberían reforzarse, en especial para las personas que como ellas están retornando.
El funcionario a cargo de la Gestión de Riesgos de la Municipalidad de Rumiñahui, Diego Trujillo explicó que a partir de este mes se retomará el tema tanto de capacitaciones como de simulacros. Además, explicó que de acuerdo con las cifras que maneja esta entidad, alrededor de 100 familias de Rumiñahui que dejaron sus hogares, alrededor de 70 ya regresaron.
La movilización de los habitantes justificó que en septiembre, el Comité de Gestión de Riesgos Comunitario de Selva Alegre realizara un censo de población.
Luis Molina, presidente de esta organización explicó que entre 50 y 60 familias se habían marcharon. Y ahora calcula que un 30% ya ha retornado.
Para ejecutar adecuadamente los planes de prevención se tiene previsto realizar un nuevo censo de población.
Pese a que no hay cifras exactas sobre la movilización de las personas, Juan Zapata, secretario de Seguridad del Municipio de Quito, estima que unas 2 000 personas se movilizaron de sus viviendas en los dos valles (Tumbaco y Los Chillos) y que de estas un 20% ha retornado. Por lo que se empezará desde la segunda semana de enero con capacitaciones para reforzar lo aprendido, dijo.
En Latacunga, la situación y las razones son similares. Loreto, El Carmen, av. Cotopaxi, Las Fuentes y la ciudadela Patria, localizadas en las zonas de riesgos por un posible descenso de lahares, comenzaron a llenarse de bullicio. Los vecinos de estos sectores localizados en las riberas del río Cutuchi decidieron retornar a sus viviendas.
El éxodo se dio a partir del 15 de agosto del 2015, cuando se hizo una evacuación preventiva, luego de las primeras explosiones registradas en el volcán Cotopaxi que permaneció dormido por 138 años. A pesar de que no hubo datos oficiales del número de población que dejó sus casas; la mayoría de familias decidió mudarse a Pujilí, Saquisilí, La Maná, Ambato…
Según un informe emitido por el Municipio de Pujilí, al menos 2 000 personas estaban viviendo en este cantón, localizado al noroeste de Latacunga. Mauro Gallegos era uno de ellos. Este morador del Conjunto Habitacional El Remanso, ubicado a 50 metros del Cutuchi, en Latacunga, abandonó su casa y junto con su familia se mudó a una propiedad en Pujilí.
A inicios de diciembre decidió retornar a su barrio. Tras cuatro meses de ese episodio, están preparados para afrontar una posible emergencia. En su zona se instalaron las alarmas de alerta temprana y se señalaron las rutas para acudir a los
sitios seguros.
En el barrio El Loreto hay más movimiento en la calle. Mujeres, niños y adultos caminan y otros se movilizan en sus vehículos por este sector que hace más de un mes estaba casi abandonado. Los grupos familiares comenzaron a regresar a sus viviendas para no pagar los excesivos valores por concepto de arriendos.
Para animar y poner la alegría en el sector, Manuel Altamirano armó un nacimiento gigante con figuras inflables. Colocó luces de colores, renos, muñecos de nieve y otros personajes navideños. Su objetivo es alegrar y animar a que la gente retorne.
“Hay más movimiento, los amigos están regresando y esperamos que en los próximos meses todo retorne a la calma”, afirma con entusiasmo.