Violencia de mafias impactó más en pabellones de máxima seguridad

Ayer, 26 de febrero del 2021, un grupo de policías llegó a la cárcel de Guayaquil para continuar con el control y evitar más violencia. Foto:  EL COMERCIO

Ayer, 26 de febrero del 2021, un grupo de policías llegó a la cárcel de Guayaquil para continuar con el control y evitar más violencia. Foto: EL COMERCIO

Ayer, 26 de febrero del 2021, un grupo de policías llegó a la cárcel de Guayaquil para continuar con el control y evitar más violencia. Foto: EL COMERCIO

Las rejas están destrozadas y las paredes de hormigón, rotas. Los techos tienen orificios y en los patios aún hay manchas de sangre. Los pabellones de máxima seguridad de la cárcel Regional de Guayaquil quedaron inhabitables después de los enfrentamientos de las bandas delictivas.

Las conexiones eléctricas no funcionan y las puertas están inservibles. Todo pedazo de metal, madera o hierro se convirtió en arma para atacar.

Un equipo de la Policía y de la Fiscalía analiza los daños para reconstruir el asesinato de los reos. El mismo proceso se realiza en las otras tres cárceles donde hubo más fallecidos. En todas, la violencia se centró en los pabellones de máxima seguridad. Allí murieron 79 internos.

¿Quiénes son las víctimas? Según información oficial, hasta el momento se ha confirmado que 61 muertos pertenecían a bandas delictivas. El resto todavía está en análisis.

Los Choneros es la organización con más bajas: murieron 32. Los Lobos perdieron a 29.

Según las investigaciones, la disputa de estas redes comenzó cuando estos últimos se enteraron que sus enemigos planeaban un golpe contra sus líderes, que están recluidos en la Regional de Guayaquil.

Agentes dicen que estos reaccionaron y ordenaron ataques en los otros tres centros.

Militares resguardan los exteriores de la cárcel de Ambato, adonde llegaron presos enviados desde el Puerto Principal. Foto: EL COMERCIO

La Policía tiene información de que los cabecillas de las bandas eligieron a los miembros con más experiencia para que atacaran. En la lista de fallecidos figuran más de 20 hombres condenados por ­asesinatos, homicidios y ­delitos contra la vida.

En sus expedientes se detallan penas que van entre los 20 y 35 años de prisión. Los agentes que indagan los hechos dicen que permanecían en máxima seguridad por la violencia con la que actuaban.

Eso, por ejemplo, se evidenció en la cárcel de Turi. Allí, 34 presos perdieron la vida. 11 de ellos quedaron totalmente irreconocibles. Sus cuerpos fueron mutilados, ­desmembrados, incinerados y decapitados.

Los registros judiciales muestran que muchos fallecidos fueron procesados hasta por cinco delitos diferentes y que cometían ilícitos dentro de las cárceles y hacia afuera.

Ese es el caso de cuatro hombres que en los últimos cinco años enfrentaron cargos por el ingreso de artículos prohibidos al centro penitenciario. Para los agentes, este tipo de personas son piezas claves para las mafias, pues son los encargados de ingresar armamento, drogas y celulares.

Tras los enfrentamientos, en las celdas se encontraron cuchillos, machetes, desarmadores y hasta sierras eléctricas.

Entre los fallecidos hay hombres que pasaron hasta por cuatro cárceles. Esa es la historia de un joven que estuvo en Esmeraldas, Portoviejo y Penitenciaría de Guayaquil. Murió en la cárcel Regional del Puerto Principal.

Fue acusado por un asesinato a una pena de 25 años. La edad de los reos que perdieron la vida oscila entre 25 y 40 años.

Tras estos hechos, cerca de 100 internos de la Regional de Guayaquil han sido llevados a la Penitenciaría de esa misma ciudad, al reclusorio de Babahoyo o al Centro de Rehabilitación Social de Ambato.

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