Así es la vida de los navales dentro de los submarinos

Los dos submarinos están en la Base Naval Sur de Guayaquil. Fotos:  Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Los dos submarinos están en la Base Naval Sur de Guayaquil. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Los dos submarinos están en la Base Naval Sur de Guayaquil. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

El espacio es reducido. Los pasillos miden unos 90 centímetros de ancho. Las literas son angostas. Tres personas duermen una sobre otra en una superficie que no sobrepasa los dos metros cuadrados. La ducha, el baño y el lavamanos también son espacios pequeños para una sola persona. El comedor se utiliza para reuniones de planificación y para momentos de distracción.

Así se desarrolla la vida de los marinos que forman parte del Escuadrón de Submarinos. Este grupo especial de la Armada tiene su base en Guayaquil.

Allí se preparan un año antes de ingresar a los dos submarinos que tiene el Ecuador: el Shyri y el Huancavilca. El costo actual de cada uno puede llegar a los USD 200 millones.

Estos se han convertido, en los últimos años, en un sistema “fundamental” para controlar los ilícitos en el mar. Su operación bajo la superficie hace que sean indetectables para las bandas de narcotráfico, trata de personas, contrabando y pesca ilegal.

El cabo segundo Marcos Martínez es uno de los electricistas del submarino Huancavilca. Él se graduó en el 2019.

Un equipo de EL COMERCIO ingresó el jueves 8 de octubre del 2020 al submarino Huancavilca. Allí el comandante del Escuadrón, Mauro Cadena, mostró cómo funcionan sus sistemas de rastreo de sonido y sus equipos de cámaras de largo alcance. El oficial aseguró que los equipos pueden detectar con exactitud el tipo de embarcación y las rutas que siguen las organizaciones delictivas a una distancia de hasta 120 kilómetros.

De esta forma han detectado que los narcos usan embarcaciones con dos motores para cruzar la droga por el Pacífico. También han visto que los buques mercantes se desvían de sus rutas para recoger cargas ilegales en medio del océano.

Los submarinos fueron los primeros en alertar la llegada de la flota pesquera China a los alrededores de las islas Galápagos en el 2017.

Por eso, el trabajo de los submarinistas es considerado como “Inteligencia de alto nivel”. Los datos son compartidos con los Guardacostas y los tripulantes de los aviones de exploración aeromarítima. Ellos se encargan de las capturas de los sospechosos. Bajo el agua, un sistema radial es el único canal de comunicación con la base y otras unidades de la Armada Nacional.

Por eso, la formación de los submarinistas es “rigurosa”. A través de pruebas médicas, físicas y psicológicas se descarta a personas que tengan problemas de claustrofobia y ansiedad. El personal debe superar estos filtros, pues mientras están en operaciones no ven la luz del sol. Solo utilizan un sistema de luces dentro del submarino. La luz amarilla es para el día y la roja es para la noche.

En la imagen se observa el comedor. Allí también se realizan reuniones y momentos de relax.

Jonathan Obando es parte de los 45 tripulantes que hay en cada submarino. Él lleva 9 años como motorista y en ese tiempo dice que ya se acopló al espacio reducido. “Aquí uno se acostumbra a optimizar el espacio. Al principio afecta un poco, luego uno tiene un mejor acercamiento con todos”, dice.

El alejamiento con la familia es otro factor que afrontan los submarinistas. Sus operaciones son más largas que cualquier tripulante de otros buques. Los submarinos pueden permanecer hasta 45 días sin regresar al puerto. Un chef profesional, capacitado militarmente, prepara los alimentos que están en congeladores.

Pero aunque ahora los submarinos son usados para combatir actos ilícitos, no siempre fue así. De hecho, a su llegada en 1978, estos equipos eran considerados armas netamente de uso bélico.

Operaron en la guerra de Paquisha en 1981 y del Cenepa en 1995. Así lo recuerda Carlos Bodero, actual comandante del submarino Huancavilca.

En la última guerra, él se iniciaba en la Marina y recuerda que navegó bajo el agua por más de un mes para disuadir a las tropas peruanas. Y aunque dice que nunca tuvieron un enfrentamiento, los tripulantes estaban preparados para lanzar los torpedos. Hoy, 25 años después del último conflicto con Perú, el Huancavilca aún tienen activo el área de torpedos.

Marcos Martínez es uno de los electricistas del Huancavilca. El marino se graduó en el 2019 y cuenta que en su primera inmersión tuvo algo de temor.

“Es una experiencia nueva. No todo el mundo puede sumergirse en una máquina de combate por el mar. Pero luego uno se concentra y hace su trabajo. Tuve la suerte de ser elegido para esta tripulación”. Desde que comenzó su trabajo como submarinista ha estado en al menos dos inmersiones. Desde el inicio de la pandemia por el covid-19, las operaciones de los submarinos se suspendieron. Dejó el mar y realizó controles en tierra para evitar la propagación del coronavirus en Guayas.

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