Aldo Briones Lagos
Sucedió el día miércoles en un vuelo TAME de retorno desde Esmeraldas a Quito. A pesar de tener reserva confirmada con mi familia, quedamos sin cupo. Igual otros tres pasajeros, incluidos mujeres y niños.
La razón: “un problema operacional que implicó traer un avión con menor capacidad”, explicación dudosa ya que, casualmente, todos los quedados estaban confirmados.
Pregunta: hubo sobreventa de boletos? ¿Hubo pasajeros sin reserva que entraron con “prioridad”? La “solución de TAME” para los seis pasajeros: que viajen en Taxi a Quito en grupo de tres por vehículo.
Algunas observaciones de la tragicomedia: uno de los taxis inicialmente asignados tenía al menos cinco años de uso, con llantas desgastadas.
Ante las protestas, se proporciona un taxi en mejores condiciones. Los chóferes de los taxis, muy amables por cierto, ya tenían doce horas de laborar.
Agréguese las seis horas hacia Quito, más el regreso inmediato a Esmeraldas. Consecuencias: uno de ellos se quedó dormido al conducir, con riesgo de volcamiento y accidente. Debió ser reemplazado por uno de los pasajeros a la altura de Los Bancos. El otro chofer apenas mantenía el carro en el camino. No tienen culpa, es su trabajo.
Para rematar: no hay seguros para los pasajeros que se envían por tierra, equivalentes a los que cubren los pasajes aéreos, ni menos asignación de dinero para comer, a menos que usted financie y después eleve una carta para su devolución.
Ya que estamos en época de fiscalizarlo todo, ¿quién responde por estos atropellos a los clientes de esta línea aérea? Solo nos queda exclamar: ¡que viva la competencia!