Los moradores muestran que en el estero San Miguel quedan solo rocas y hojas secas. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
Pese a estar rodeados de alrededor de cinco vertientes naturales de agua, los moradores del recinto La Chimborazo, en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, enfrentan una escasez de líquido vital desde mediados del 2013.
Todo ocurrió de un día para otro, recuerda Gustavo Balseca, propietario de la finca San Miguel, ubicada en esta zona. Mientras se abre camino entre los montes donde pasta el ganado, comenta que uno de los arroyos, que está a 15 minutos caminando desde su casa, se secó de manera repentina.
En este sitio, que lleva el mismo nombre de su propiedad, San Miguel, queda solo un sendero de piedras y hojas marchitas que muestran el recorrido que hacía el agua. Los peces y otras especies que habitaban en este ecosistema también desaparecieron.
Esto generó alerta en la población que estaba acostumbrada a tener agua disponible del afluente para su consumo durante todo el año. “Siempre había agua. En verano no escaseaba el líquido. Incluso cuando éramos niños nos bañábamos y pescábamos”, menciona Balseca, quien lleva 54 años viviendo en este sector.
La vertiente San Miguel no fue la única que se secó en esta zona, ubicada a unos 1 200 metros de altitud. En los afluentes conocidos como Los Jorges, Los Valdiviesos y El Tuño ocurrió lo mismo. Este Diario constató que en estas fuentes naturales ya no fluye agua.
Los moradores de este recinto, habitado por 400 familias, atribuyen esta realidad a la construcción de los túneles de la hidroeléctrica Toachi-Pilatón, que atraviesa una parte del sistema montañoso, entre las provincias de Pichincha, Santo Domingo y Cotopaxi.
Recuerdan que mientras se construía la infraestructura para esta central se escuchaban a diario las detonaciones de explosivos. Esto, según los pobladores de La Chimborazo, afectó a las vertientes.
La Corporación Eléctrica del Ecuador (Celec), que está a cargo de la ejecución de este proyecto desde el 2008, explicó que los explosivos para los túneles Pilatón-Sarapullo de 5 kilómetros de largo y 4,4 metros de diámetro; y de Toachi–Alluriquín de 9 kilómetros y 6,4 metros de diámetro, se usaron “de manera controlada”.
Cuando se encuentre operativa esta central hidroeléctrica, a través de estas infraestructuras fluirá el agua de los ríos Toachi y Pilatón hacía las turbinas -en la casa de máquinas- y generarán hasta 254,4 megavatios (MW) de energía.
Aunque esto no ha ocurrido todavía, hay presencia de agua en los túneles. En el frente de obras de Alluriquín, a un costado de la vía Alóag, el 5 de octubre pasado este Diario constató que agua cristalina fluía por una de estas estructuras.
Este líquido va a un reservorio cerca a los túneles. Luego, el agua se descarga al río Toachi.
Desde las rejas que rodean esta parte de la obra, Balseca observa cómo corre el agua en este sitio. Está convencido de que ese líquido proviene de las vertientes afectadas por los explosivos, en su recinto.
El informe Senagua-SDHE-CACSDT-019-2015-0091-O que guarda en una carpeta, junto a otros documentos, respalda su postura. En este documento se señala que los explosivos “ocasionaron grietas y fisuras en las rocas a través de las cuales se filtra el agua superficial de las vertientes”.
Por esto, los moradores esperan que se construya un proyecto comunitario de agua.
Para la Celec no existe una justificación técnica sustentada que establezca que la afectación en La Chimborazo esté asociada a la construcción de los túneles del proyecto.
La entidad precisó que los túneles se construyeron a una profundidad de 200 metros bajo los esteros. Además, según la Celec, La Chimborazo está alejada de la zona del eje del túnel. Se encuentra a 1,5 km.
Pese a esto, el ente aseguró que está previsto realizar estudios complementarios “para ayudar a estas zonas”.
Estos argumentos no convencen del todo a los pobladores, quienes hace cinco años recibían agua de manera directa desde los arroyos, a través de bombas y mangueras. Actualmente, deben esperar a que un tanquero de la Celec llegue a dejarles líquido de manera gratuita.
Este recurso se almacena en tanques de gran capacidad. Balseca tiene en su patio uno de 1 100 litros, que le dio la Celec, pero dice que esto es insuficiente. Solo le dura dos días.
Ese líquido alcanza para el aseo personal de su familia (esposa y tres hijos) y la limpieza de su casa. Para el consumo y preparación de alimentos compra botellones. Pero también se comparte el agua con perros, gallinas, vacas y para regar los cultivos.
El ganado es el que más demanda. Cada animal bebe cerca de 40 litros al día. Por esto, los pobladores aprovechan también el agua que aún se obtiene de una vertiente ubicada en una parte más alta, está a una hora y media de camino desde la finca de Balseca. Este afluente pequeño fue bautizado como Milagro de Dios, porque fue el único que no se secó.
Este líquido se almacena en tres tanques de 5 000 litros. Desde ahí se lleva el agua en mulas para el ganado. Balseca recuerda que antes sus vacas iban solas al estero San Miguel, pero luego de que se secó colocó cercas para evitar que sus animales se perdieran intentando buscar agua.