‘Dios hace las cosas por algo. Él quiso que disfrute mi etapa de niñez y juventud. Lo estoy haciendo”. Así se expresaVerónica Sotomayor, quíntuple campeona mundial infantil y cadetes de racquetbol.
Ella, hace nueve meses, dejó de entrenarse en Stockton, California, Estados Unidos y retornó a su natal Cuenca por vacaciones. Su idea era permanecer 30 días con su madre, Lorena Malo, y visitar a sus amigos. Pero un chequeo médico cambió sus planes.
El galeno Jaime Moreno le diagnosticó anorexia nerviosa con compulsión en el ejercicio (pérdida de peso). Esa enfermedad, dice su progenitora, fue producto del estrés y la presión de entrenarse y competir a alto nivel. No tuvo una correcta alimentación para recuperar las seis horas diarias de entrenamiento.
Malo recuerda que su ‘guagua’ viajó en septiembre de 2008 a California. Pesaba 110 libras y en mayo de 2009 regresó con 88. En ocho meses perdió 22 libras. Está en proceso de recuperación y ahora pesa 95 libras. “Recuperó su alegría y ánimo y es de nuevo una niña normal”.
Su madre agrega que la múltiple campeona mundial siempre luchó contra la adversidad y pudo superarla. La racquetbolista, que cumplirá 18 años el próximo 19 de marzo, nació de 3 libras, a las 27 semanas de gestación. “Era difícil que sobreviva, pero luchó para vivir y sigue luchando”.
En sus ocho meses de permanencia en California, Sotomayor participó en tours profesionales. Ganó los torneos de New Jersey y Virginia, tras derrotar en ambas finales a la estadounidense Rhonda Rajsich, en ese momento la número uno del ‘ranking’ mundial.
Con esos éxitos y con apenas 17 años, la ecuatoriana escaló al sexto puesto del tour mundial de la Organización Femenina de Racquetbol Profesional. Para esos certámenes se entrenaba tres horas en la mañana y tres por la tarde, bajo la dirección de los estadounidenses David y John Ellis.
En mayo pasado, tras conocer que sufría de anorexia nerviosa, Sotomayor se refugió en dos psicólogos. Uno de ellos, Silvio Crespo, recordó que el tratamiento empezó con ejercicios de interacción. “Se trata de una terapia de grupo, donde no interesa conocer el diagnóstico de la persona”.
Con tres meses de terapia de motivación y desarrollo de la inteligencia, sostiene el profesional, los pacientes descubren sus potencialidades a través del estímulo. Así, agrega Crespo, mediante diálogos directos se fueron superando los estados de ansiedad, angustia y de miedo.
Sotomayor comenta que desde 2001, por su responsabilidad con los entrenamientos y las competencias, dejó en segundo plano a su familia y sus estudios.
Hace dos meses empezó a sentir mejoría en su salud y ya sale a pasear con sus amigas y su enamorado. Antes solo iba al Colegio Rosa de Jesús Cordero, en donde cursa el quinto año.
La racquetbolista azuaya, de acuerdo con la prescripción médica, necesita recuperar 10 libras más para retornar con normalidad a las prácticas. Ella estudia la posibilidad de incursionar en otros deportes como el squash y el golf, pero después que terminé sus estudios secundarios.
Los ojos de Sotomayor se humedecen y prefiere callar respecto de su relación con la Federación Ecuatoriana de Racquetbol. Pero su progenitora es enfática en comentar que su hija no volverá a las selecciones nacionales mientras permanezca la familia Cueva en las funciones de dirigente y de técnico de esa disciplina.