La ventana externa

La sustitución del canciller no debiera significar un replanteo estratégico ni geopolítico. Sería como dijo un parlamentario paraguayo, ante un cambio en la Corte de Justicia de su país: ‘media docena por seis’. Sin embargo, hay matices que hay que considerar tanto en el campo interno como en el escenario continental.

En el primero debe interpretarse como el deslizamiento de uno de los funcionarios claves  que, luego de tres años de gobierno y el paso por varios ministerios, se desgastó, perdió eficacia en su interlocución política y dejó de producir más efectos que la organización de buenas marchas de apoyo. En consecuencia, se prefiere ubicarlo en los delicados asuntos exteriores -gran responsabilidad de Estado-, pero fuera del ámbito del círculo íntimo de Carondelet. ¿Quién será el remplazo real, no el formal? Una difícil pregunta que debe dilucidarse, pues los que quedan carecen de perfil, experiencia y ductilidad política. Lo jurídico y lo mediático, por astucia que se les pueda endilgar a sus engolados protagonistas, no proporcionan la talla de un  primer ministro. Sin embargo, el Presidente, a lo mejor las otorga por algún decreto de emergencia.

En el plano exterior la lectura es diferente porque los tiempos cambiaron. El Alba recibió un frenazo en Honduras, los nuevos gobiernos de izquierda de El Salvador y Uruguay han mostrado una cordial distancia; la economía venezolana no da para más y el cambio de política exterior en Chile será diferente respecto a la condescendiente de la Concertación; falta añadir, la posible reelección de Álvaro Uribe.

En estas condiciones llega el nuevo ministro que debió preferir una excelente y cómoda embajada, antes que esta compleja situación.

Pero la adhesión al proyecto y la lealtad al libertador no permiten deserciones, ni siquiera en el campo moral.

Con los Estados Unidos muy poco podrá variar la relación pues ellos la han marcado con una novedosa línea: tolerancia, cautela y distancia. Comprendieron con dificultades lo de la Base de Manta; dan a cuenta gotas la renovación del Atpdea y observan con atención nuestros bailoteos con sus declarados enemigos. Con Colombia la línea está marcada desde el Bicentenario en Quito y es muy difícil que varíe pues el beneficio es recíproco, como se comprobó con la asistencia costosa de la provisión de energía eléctrica del norte. Buenas y estables son las relaciones con el Perú y respecto a Brasil, desde hace muchos gobiernos, no logramos superar el primer año del bachillerato diplomático.

Con estos antecedentes  es posible vaticinar que las funciones del nuevo canciller no se convertirán en una pieza más del tablero de ajedrez manejado desde Caracas, el cual ha empezado a resquebrajarse por la brusquedad y atolondramiento de los jugadores.  

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