Ecuador, en la mitad del mundo, tierra de grandes oportunidades, te invita a venir: ¡veniacá, mancito!
Somos el país turístico por excelencia, no pedimos visa casi a nadie; bueno, a los del país de Transilvania, sí. Pero le dimos rápido la visa al conde Drácula y a su hijo menor de edad, Draculito.
Esta tierra es rica en recursos y sus habitantes son hospitalarios. Aunque usted no necesita visa para entrar, sería bueno que al llegar se afilie a su gremio. Hay gremios de todo tipo y casi toda actividad es lícita. No solo lícita, sino que está listita como para que usted se incorpore enseguida al camello.
La seguridad es de primera, gracias a las nuevas medidas gubernamentales que regulan la convivencia pacífica. Aquí jamás correrá usted el riesgo de que lo mate la bala perdida de un guardia de seguridad privado, por la simple y llana razón de que este hombre está, como su nombre lo indica, privado de armas de fuego.
Solo los delincuentes, pobrecitos porque no conocen la Ley, tienen armas de fuego. La actividad de estos últimos, profesionales del levante, ha alcanzado un nivel avanzadísimo en Ecuador, comparable solo a los países del Primer Mundo. Nada tiene que envidiar Guayaquil al Chicago de los 30, por ejemplo. Pero Quito, capital ecuatoriana y techo del mundo con goteras o ‘leaks’, no se queda atrás. En esta ciudad, los delincuentes no tienen “barrera” que los contenga, están “a gusto”.