Grupo de venezolanos pernoctan en la vía pública, frente a la terminal de Carcelén, en Quito

Ciudadanos venezolanos armaron covachas en el parterre, frente a la terminal de Carcelén. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Ciudadanos venezolanos armaron covachas en el parterre, frente a la terminal de Carcelén. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Ciudadanos venezolanos reciben ayuda en el parterre, frente a la terminal de Carcelén. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Las carpas fueron colocadas sobre el césped del parterre ubicado frente a la Terminal Terrestre de Carcelén, en el norte de Quito. Allí, decenas de niños, mujeres, adultos mayores y jóvenes venezolanos pernoctan durante las noches.

Antes, ellos se quedaban en la estación de transporte interprovincial, pero ahora no les permiten hacerlo. Son parte de la migración masiva que se produce por la crisis humanitaria y política que afecta a Venezuela. Según datos del INEC, 287 972 venezolanos ingresaron el año pasado al país y 226 829 salieron; es decir, 61 143 se quedaron en territorio nacional.

Hacía frío durante la mañana de este martes 31 de julio del 2018 y los venezolanos que estaban en el parterre tiritaban. Otros construían covachas con plásticos negros y palos, entre los árboles. Al interior de estas había ropa, zapatos, sandalias, cartones sobre el piso, comida y juguetes. Algunos se alimentaban con la comida que familias caritativas les entregaron.

También había desperdicios acumulados al costado del parterre, junto al intercambiador de Carcelén. Otras personas lavaban sus prendas de vestir a la intemperie y las colgaban en la torre de electricidad. Algunos estaban enfermos y tosían, esperaban que les donen medicinas.

Ciudadanos venezolanos armaron covachas en el parterre, frente a la terminal de Carcelén. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO


Cristian Brito
es uno de los quiteños que ayudan a los migrantes. La mañana de este martes, él junto a su esposa les obsequió bufandas para protegerse del frío y la lluvia que en los últimos días han sido intensos en la capital. “Tenemos un chat, nos organizamos como familias y recolectamos las cosas para donarlas”, cuenta Brito.

Los venezolanos estaban agradecidos mientras comían sánduches, sopa, pasteles, pan, gaseosas, galletas y sardinas. A este campamento llegan en promedio –indica Rubén Peña, voluntario que ayuda a la gente de su país- unos 50 venezolanos diarios. De esa cantidad, el 90% se moviliza a Perú. “Empezamos en la Terminal Terrestre de Carcelén y una empresa privada nos ayudó con un galpón en la avenida 10 de Agosto”. A ese espacio se le denominó albergue ‘La Gran Sábana’. Fue abierto hace una semana, pero muchos venezolanos han decidido abandonar esas instalaciones y pernoctar en la vía pública. 

Según Peña, “por la mala gestión y la organización de la parte administrativa de ese albergue (…) Muchos de los venezolanos no estaban de acuerdo con lo que hacían” y salieron de ahí.

Ciudadanos venezolanos pernoctan junto a montones de basura. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Decenas de venezolanos prefirieron quedarse en el parterre "porque allí reciben comida y ropa". Algunos tienen pocas horas de haber llegado y tenían llagas en los pies de lo que caminaron durante días hasta llegar a Quito. Así lo vivió José Cadisán, quien descansaba sobre cartones y descalzo. Tenía heridas producidas por las costuras de sus zapatos y no podía levantarse para caminar.

Otros recibían prendas de vestir con emoción. A Diana Ortega, de 24 años, le dieron un par de zapatos usados y una chompa. Dijo que en el albergue instalado en el galpón de la empresa privada no les dan vestimenta. “Si necesito un abrigo, no tengo. No hay (…) No existen beneficios”.

También se quejó Maurice Rodríguez, de 25 años, quien vino a Quito desde Maracay. “Nos dieron un espacio para todos y a la persona que le dieron la batuta (para dirigir ese espacio) se creció mucho en su papel, en su rol y por eso vivimos en el bosque. Los recursos que llegan allá, la ropa, la comida, la acaparan como hacían en Venezuela en un cuarto”.

“No entregan nada, se quedan con lo mejor”, añadió Rodríguez.

Ante esas críticas, este Diario entrevistó a Alfredo López Delgado, representante legal de la Asociación Civil Venezolanos en Ecuador. Esta entidad se encarga de la administración del albergue localizado en las instalaciones de la firma privada, en la avenida 10 de Agosto.

El dirigente negó y rechazó, de manera contundente, la afirmación de que las donaciones no se entregan a los migrantes. Destacó que la empresa privada los apoya y consiguieron un espacio físico para albergar temporalmente a quienes estaban en la terminal de Carcelén.

“Con pocos recursos movimos a la gente de forma voluntaria hacia el albergue denominado ‘La Gran Sabana’. Evidentemente, este no tiene ningún financiamiento. Solamente nos apoyó la empresa privada con el espacio físico. La ayuda y comida que entregamos provienen de terceros”.

Explicó que esos donativos se han reducido en los últimos días. Actualmente, el albergue es administrado por Omar Narváez y la gente que le ayuda. “Las personas que se están yendo (del albergue) tienen una molestia muy puntual y nos la hicieron saber. Esta es que ellos solo se pueden quedar tres días cuando son adultos solos. Si tienen niños menores de edad se les da un tiempo de cinco días”. López aclaró que esos plazos no están normados por la Asociación Civil Venezolanos en Ecuador, ni los administradores. “Fue una exigencia del propietario del inmueble”.

Para el dirigente, la gente no puede quedarse por mucho tiempo ya que el albergue es un centro de descanso temporal, para hidratación y aseo para quienes viajan a otros países, no para quienes buscan quedarse en Ecuador. “Se van a Carcelén porque allí saben que van a tener ayudas más directas, porque está junto a la terminal. Ahí pueden pedir dinero, vender caramelos y tener, de alguna manera, menos control”.

El albergue ‘La Gran Sábana’ fue abierto hace una semana. López indicó que “la Asociación Venezolanos en Ecuador está con las puertas abiertas para cualquier persona que quiera ayudarlos o revisar sus procedimientos internos”. El objetivo: transparentar los trabajos que desarrollan.

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