Adolfo Beltrán vende réplicas de figurinas de las culturas de la Costa en el ingreso a Valdivia, sobre la vía que divide a la comuna con la de San Pedro.
La foto muestra un día soleado de mediados de los años 50. Cuatro hombres inician una excavación arqueológica sobre un montículo de arena y al fondo, en los bajos de la colina, se observa una franja azul del Pacífico, palmeras altas de cocos y casas de caña levantadas sobre pilares de madera.
Valdivia era a mediados del siglo XX ese pequeño caserío (hoy la comuna del cantón Santa Elena tiene alrededor de
7 000 habitantes). Seis metros por debajo del montículo que muestra la foto se encuentra hoy, aún abierta, aunque bajo techo y con una escalera de acceso, la trinchera en la que el arqueólogo Víctor Emilio Estrada descubrió los primeros restos documentados de la cultura Valdivia.
Las excavaciones se realizaron entre 1956 y 1957 con la participación de comuneros y profesionales extranjeros, quienes documentaron la existencia del primer pueblo agroalfarero del Ecuador. Se trata de la primera cultura del continente que trabajó la cerámica, que se desarrolló en la Costa ecuatoriana desde
5 900 años atrás, hasta hace unos
3 560 años.
Más de 25 000 fragmentos y figuras de cerámica se encontraron en la zona, pero el museo contaba solo con unos 600 objetos precolombinos.
La cultura tomó el nombre (epónimo) del pequeño caserío. El museo comunitario de Valdivia muestra las fotos de las excavaciones. En el contorno de un patio a cielo abierto se ubican pequeños habitáculos con piezas arqueológicas excavadas en el lugar, pertenecientes a diversas culturas.
La mayor parte del material exhibido corresponde a fragmentos, en parte por la naturaleza del lugar de excavación y porque las mejores piezas terminaron en otras colecciones según los pobladores, que echan en falta piezas y una infraestructura que le den una mayor relieve a la exposición. “Deberíamos tener un museo proporcional al hito del descubrimiento, requerimos un mayor compromiso de las entidades públicas”, indicó Alberto Suárez, guía comunitario del Museo. La comunidad planea celebrar el próximo 26 de octubre, por primera vez, el aniversario 62 del descubrimiento. “Tenemos que empoderarnos de nuestra identidad”.
El museo fue inaugurado finalmente en 1985. La declaratoria de Patrimonio Cultural de la Nación para el sitio epónimo sobre el que se asienta ahora el repositorio y para el territorio de la comuna llegó en 1997. “Seguimos viviendo tiempos de colonialismo, si consideramos que la comunidad le dio el nombre a una de las culturas ancestrales más importantes de la Costa debería tener uno de los mejores museos del país”, dice Suárez.
El corte estratigráfico muestra que bajo tierra el suelo aún conserva cerámicas, conchas y pesas.
“La excavación marcó un hito porque fue la primera vez que se introdujo una metodología arqueológica en el Ecuador”, indica la arqueóloga chilena Camila Arancibia. Ella regresa cada tanto al sitio atraída por el cambio tecnológico que implicó el uso de la alfarería valdiviana y por el simbolismo de las Venus de Valdivia, figurillas de cerámica que encarnan una representación de la fertilidad, matriarcas con tocados y, a menudo, grandes caderas y senos, que han trascendido como íconos de las culturas ancestrales del país.
La alfarería, el arte de fabricar objetos de barro cocido, es un oficio casi olvidado en una comuna en donde la mayoría de los habitantes trabajan en pequeños talleres de zapatería, que se toman las fachadas de las casas.
Freddy Reyes, de 38 años, zapatero desde hace 17, dice que hay más de 100 pequeños talleres en toda la comunidad. Él rastrea los inicios de este oficio, que ha desplazado a actividades como la pesca y la agricultura, hasta los talleres del colegio cuya construcción se impulsó con el museo.
Solo 10 embarcaciones se dedican ahora de forma permanente a la pesca. Son solo unos 30 pescadores, calcula Wilfrido Santos, pescador de 27 años. “En enero disminuyen los pedidos de las zapaterías y grupos grandes, hasta de 30 personas bajan botes y tienden sus redes cerca de la orilla”.
Entre los viejos guardianes del oficio de los alfareros está Antonio Orrala, de 45 años, quien elabora Venus, ocarinas y vasijas, aunque él vive en San Pedro, una comuna vecina a Valdivia, separadas solo por una vía. Jaime Beltrán ha empezado a quemar figuras y sellos de barro en Valdivia. Y su padre, Alberto, las comercializa desde hace dos meses en un quiosco, junto a grandes réplicas que trae desde Manabí.
Jorge Marcos Pino, autoridad arqueológica del país, dice que la cultura Valdivia ocupó prácticamente toda la Costa, pero Estrada fue el primero en publicar el descubrimiento. Se pudo llamar San Pablo si Olaf Holm, Carlos Cevallos Menéndez y Francisco Huerta publican primero sus hallazgos sobre esa misma cultura en otra comuna del norte de Santa Elena, en la que trabajaban por los mismos años.
“Obviamente para la gente de la comuna el hecho de que la cultura más temprana de América lleve el nombre de Valvidia los hace sentirse identificados”.
Valdivia es importante también por otra razón: en 1971 los arqueólogos Henning Bischof y Julio Viteri descubrieron una nueva cultura, San Pedro, cuando regresaron a la excavación de Estrada. La llaman San Pedro por la comuna vecina: el museo del sitio de excavación de Estrada está en el límite de las dos comunidades (tan cercanas que se confunden), en realidad del lado de la carretera que corresponde ahora a San Pedro. Las culturas San Pedro y Valdivia, con tipos de cerámica diferentes, coexisten en varios yacimientos (San Pedro nunca ha sido hallado en solitario, explica Marcos), como si se estuvieran cruzando o como si un pueblo visitara a otro en las fiestas de siembray cosecha.