Brigadas médicas del Municipio de Quito visitaron el viernes 14 de agosto del 2020 viviendas del barrio Muyullactan en el sur de la ciudad. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Para contener el virus, no basta con diagnosticar a las personas que tienen fiebre, dificultad para respirar y baja saturación. Es necesario hacer un seguimiento y rastrear, tal como lo haría un detective, a los posibles contagiados, así no tengan un solo síntoma. Solo así se puede detener la propagación del coronavirus.
Por esa razón, el Municipio de Quito tiene cuatro frentes abiertos en su lucha contra el covid-19. Están operativas 11 carpas médicas en las parroquias de mayor contagio y se desplegaron brigadas móviles a los barrios para atender a los pacientes en territorio.
Además, se trabaja en el rastreo y seguimiento de los contagiados. Estas dos últimas las lleva a cabo el Cabildo con apoyo de cuatro universidades.
El trabajo empezó hace dos meses con la Central (UCE). Esta semana se suman la Pontificia Universidad Católica, y las universidades de las Américas (UDLA) y Tecnológica Equinoccial (UTE). Lo explica Francisco Pérez, director de Planeamiento de la Secretaría de Salud del Municipio.
En los 15 días de funcionamiento de los puntos fijos y de las brigadas móviles, según Pérez, se han realizado 5 000 atenciones. Como resultado, 600 personas han debido aislarse luego de ser diagnosticadas como portadoras del virus, o ser altamente sospechosas.
Justamente, esos casos identificados a partir de la atención en las estaciones y brigadas son derivados a las universidades para que se les realice seguimiento telefónico y rastreo de otros posibles positivos en su entorno. Hasta el momento, la UCE participa en esas tareas, pero una vez que el resto de instituciones se incorpore al programa, harán una cobertura zonificada.
La UTE se hará cargo de las parroquias de Guamaní y Chillogallo, dos de las zonas del sur más golpeadas por el virus. La PUCE trabajará en el Centro Histórico, la UDLA en las parroquias rurales, y la Central en Calderón y Cotocollao.
Las universidades tienen su protocolo para evaluar los signos y síntomas. Mediante el seguimiento a los pacientes se emiten alertas en caso de que alguien requiera atención adicional durante su aislamiento.
Daniel Viñán, estudiante de la U. Central, hace seguimiento de personas contagiadas en aislamiento. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
En esos casos, el Municipio despliega a las brigadas móviles cuyos profesionales se encargan de valorar si el paciente debe continuar en su casa o requiere el traslado a un hospital.
El epidemiólogo y profesor de la UCE Alberto Narváez coordina el grupo de 800 estudiantes que participan en estas jornadas. Entre ellos está Daniel Viñán, de 20 años. Cursa el cuarto semestre de Medicina en la UCE y, desde hace dos meses, sigue la evolución de nueve integrantes de una familia que se contagió de covid-19.
Su trabajo empezó con dos miembros familiares, pero la convivencia influyó en el contagio. Hoy están a punto de obtener el alta y para monitorearlos mantienen comunicación por Whatsapp cada tres días.
Narváez señala que esta estrategia no solo permite monitorear sino también rastrear otros casos de covid-19 para contener la propagación.
Daniel Simancas, epidemiólogo y director de Investigación de la UTE, explica que los rastreadores dan seguimiento diario a los pacientes y a sus contactos.
Se trata de equipos de salud que, a través de una estrategia de vigilancia epidemiológica, se activan cuando un caso resulta positivo.
Las brigadas médicas del Municipio de Quito visitaron el viernes 14 de agosto del 2020 viviendas del barrio Muyullacta. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
El equipo puede estar conformado por gente de la comunidad, voluntarios o alumnos.
Los rastreadores se encargan de averiguar cómo la persona se contagió, y si es parte ya de una lista de contactos. Asimismo, indagan cómo son sus actividades diarias (profesión, si acostumbra salir, etc.) para evaluar la probabilidad de transmisión que tiene.
También si estuvo cerca de otra persona por más de 15 minutos, a menos de 2 metros y sin protección. Entonces empieza la búsqueda, a manera de una investigación rigurosa, de cada contacto del paciente positivo. Y, a su vez, los contactos de esas personas, por ejemplo, con quienes almorzaron.
Se los identifica, e independientemente del resultado de una prueba, se les pide que se aíslen hasta que pase el período de contagio que puede ser hasta de 14 días.“Es la única forma de frenar la propagación que puede ocasionar una persona, incluso en etapas asintomáticas. Quienes han tenido contacto estrecho con contagiados pueden pasar una semana o toda la enfermedad sin saber que tienen el virus”, dice.
La UTE tiene listo su protocolo. Solo está a la espera de la asignación de casos por parte del Municipio. En esta labor participarán entre 300 y 400 personas que son voluntarias, médicos y estudiantes.
Linda Guamán, asesora de la Secretaría de Salud, informó ante el Concejo Metropolitano que hasta el martes 11 de agosto del 2020 se habían tomado 20 557 muestras por parte del Cabildo. De estas, el 92% fue procesado hasta esa fecha. El resultado fue un 20% de casos positivos: 3 685 personas.