La integración entre países tiene base económica. Pero no es posible llevarla adelante si no se realizan también esfuerzos de cooperación en el campo educativo, que coadyuven al proceso. Y en el vínculo integración-educación tiene un papel decisivo la relación de los centros académicos superiores con los procesos de integración en marcha. Un esfuerzo consistente de cooperación académica contribuirá al avance de nuestros proyectos de integración y al mejoramiento de nuestros sistemas universitarios. Esto permitirá también el desarrollo de un conjunto de programas de nivel internacional. Es preciso, por tanto, que busquemos los mecanismos que permitan promover esa cooperación académica. Mencionaré aquí algunos a modo de ejemplo.
En primer lugar, es preciso establecer normas referenciales comunes mínimas de los requisitos de organización de los programas y concesión de títulos, que tengan que ver con niveles de docencia y supervisión, procedimientos de ingreso y evaluación, escolaridad presencial, tutoría y duración global de programas. En suma, es preciso que se vaya logrando una adecuada normalización que permita parámetros similares de exigencia para todos nuestros países, no solo para garantizar la calidad sino también para que la circulación de alumnos y profesores pueda promoverse.
Segundo, se hace necesaria la creación de un sistema de becas y crédito educativo de alcance subregional y regional, que permita la concurrencia de alumnos de diversa procedencia nacional a los programas de otro país. No se debe medir su potencial rentabilidad inmediata, sino ver más bien las ventajas del trabajo académico interaccionado.
En tercer lugar, debe hacerse un esfuerzo de formulación básica común de los niveles de títulos, su nomenclatura y contenido. En medio de una transición que viene dándose al sistema de titulaciones en Europa y otros países, es fundamental que se haga una diferenciación entre los tipos de los distintos programas.
Pongamos un ejemplo. Actualmente se conceden títulos de ‘magíster’ para cursos de diverso carácter. Pero se debe diferenciar entre aquellos cursos de formación científica (que corresponden más específicamente a la maestría) de aquellos que ofrecen un entrenamiento profesional superior, una especialización instrumental o la actualización de conocimientos. Cuarto, en la medida en que no es posible que en cada institución o en cada país puedan desarrollarse al más alto nivel todas las disciplinas y programas, es preciso elegir en el espacio de cooperación, centros de excelencia a los que puedan concurrir docentes y alumnos de todos los países. De este modo se potenciará el desarrollo científico y tecnológico y el diálogo entre las diversas comunidades académicas y se apuntalará los procesos de integración.