El año pasado, la Facultad de Medicina renovó sus equipos tecnológicos y su infraestructura. Foto: Wladimir Torres / EL COMERCIO
El paciente se queja y su respiración se corta. Necesita un tratamiento con urgencia y solo una computadora dirá si la decisión del médico -en este caso del alumno-, fue correcta.
El Instituto de Cirugía de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Guayaquil recibe a más de 800 estudiantes cada año. La doctora Ana María Viteri, una de las instructoras, explica que aquí pueden aprender desde hacer suturas hasta atender un parto, en robots simuladores.
Este es uno de los sitios que los evaluadores del Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Ceaaces), recorrieron hace una semana, durante las visitas por el proceso de acreditación.
En 2013, la U. de Guayaquil bajó de la categoría B a la D, la última del escalafón -en ese año también fue intervenida por irregularidades-. Ahora busca superar esa calificación.
Según el Reglamento para la Determinación de Resultados del Proceso de Evaluación, Acreditación y Categorización de las Universidades y Politécnicas, las instituciones ubicadas en la última categoría “deben cumplir con un plan de fortalecimiento institucional que les permita ubicarse, al menos, en la categoría C”.
En una semana el Ceaaces dará su diagnóstico preliminar y luego se dará paso a las impugnaciones. Ese informe evalúa seis indicadores: organización (8%), academia (36%), investigación (21%), vinculación (3%), infraestructura (20%) y estudiantes (12%).
Hace tres años, la Universidad obtuvo bajos resultados, por ejemplo en docentes con títulos de cuarto nivel, publicaciones científicas y vinculación (ver infografía). “Pero hay cambios”, dice el rector Galo Salcedo. “Somos respetuosos de la decisión del Ceaaces, pero aspiramos llegar a la B”.
En este año una autoevaluación dio algunas pistas de las fortalezas y debilidades de la institución. Lobelia Cisneros, interventora académica, explica que han aumentado las cifras de profesores titulares e investigación, y culminaron el rediseño de 52 carreras.
“Los evaluadores han dicho que se siente la academia en la universidad. Nosotros asumimos una mejoría; esperamos que los evaluadores lo hayan percibido”, dice Cisneros.
Sin embargo, las autoridades también reconocen que resta trabajo. Jaime Medina, presidente de la Comisión Interventora, cree que falta subir la cifra de doctores. La U. de Guayaquil tiene 2 950 educadores y 84 tienen títulos de PhD.
Y aunque hay avances en investigación (738 publicaciones), es mayor la exigencia de producción científica, como afirma Jorge Daher, decano de Ciencias Médicas. “Estamos preparando cursos de metodología de investigación y un congreso internacional de investigación científica”.
Para Andrés Santos, presidente de la Federación de Estudiantes, el reglamento de ayudas económicas es un apoyo para los alumnos. 700 ya han aplicado a estas ayudas, que van del 20 al 30% de un salario mínimo.
Cisneros reconoce que aún falta llegar a más jóvenes, así como mejorar la infraestructura, con ambientes de aprendizaje virtuales. Pero explica que ya cuentan con un plan prospectivo, hasta el año 2030. “Se proyecta una universidad moderna, con pertinencia, que responda a las necesidades sociales. Eso se hará por etapas”.
Ese plan es uno de los legados de los interventores, quienes finalizarán su gestión el 7 de noviembre. A esa fecha clave se sumará otra en octubre, cuando se convocará a elecciones de autoridades, algo que no sucede desde el 2009.
En contexto
El Ceaaces empezó en julio la evaluación de cuatro universidades en categoría D. El proceso incluye la revisión de documentos, visitas y un informe previo del nivel de cumplimiento de los estándares de calidad. En diciembre se conocerá el informe final.