El surgimiento de Alianza País como movimiento hegemónico fue presenciado con admiración por el MPD y por una facción de la Conaie. La Unión Nacional de Educadores (UNE), uno de los brazos del Movimiento Popular Democrático (MPD), y la Conaie, que agrupa a la mayoría de militantes de las organizaciones indígenas, apoyaron con fidelidad casi religiosa a la revolución ciudadana liderada por el presidente Rafael Correa.
El referendo, la Asamblea Nacional Constituyente, las elecciones y toda movilización de masas a favor del Gobierno contaron con el apoyo irrestricto de estos movimientos que llevan varias décadas en la palestra pública.
Pero, la buena sintonía comenzó a resentirse a medida que el Gobierno imponía su agenda política. Como la felicidad solo es posible en los cuentos de hadas, la ruptura no tardó en llegar. La Asamblea Nacional comenzó a tramitar las leyes que quedaron pendientes de ejecutar en Montecristi.
Hace poco, en cadena nacional de radio y TV, aparecieron las imágenes de unos vándalos, con palos y piedras, que rompían vidrios, destruían carros y agredían a diputados durante los bochornosos incidentes que derivaron en la destitución de medio centenar de congresistas, que luego fueron reemplazados por los denominados ‘manteles’. Las banderas del MPD flameaban en medio de las agresiones, no hubo investigación, todo fue atribuido a las emociones políticas de la época.
Las imágenes en las cadenas, ahora son condenatorias, el Gobierno no quiere saber nada del MPD ni de la UNE. La Conaie volvió a las calles con un ex aliado del Gobierno, Alberto Acosta, y la UNE ha añadido otro desacuerdo a sus reclamos, no quiere saber nada de nuevas leyes.
La luna de miel de la izquierda ecuatoriana duró menos de lo que muchos imaginaron.