La última función

Me lo dijo recientemente un viejo y desengañado comunista cubano en Madrid: “este Sexto Congreso del Partido me recuerda esa atmósfera de tristeza y nostalgia que se respira en los teatros que realizan su última función antes de ser demolidos”.

Buena metáfora. La generación de Fidel que hizo la revolución es octogenaria. Y Raúl, con casi 80, no tardará en abandonar la escena. Él mismo se dio de tres a cinco años “para que los herederos continúen la obra revolucionaria”.

¿Qué quiere decir eso? Mantenerse en el poder. Pero mientras aplauden los lemas revolucionarios, los muchachos llaman a Marx “el viejito que inventó el hambre”. Con la dictadura, los seis elementos básicos que determinan la calidad de vida en cualquier sociedad moderna --alimentación, agua potable, vivienda, electricidad, comunicación y transporte-- se han convertido en pesadillas.

Raúl Castro, persona realista, no ignora que su hermano ha sido el peor gobernante de la República fundada en 1902. En 56 años de capitalismo, aunque el sector público era mediocre o malo, la sociedad civil funcionaba razonablemente bien y Cuba se convirtió en uno de los países latinoamericanos más prósperos y La Habana en una de las ciudades más hermosas del mundo.

En 52 años de comunismo, sujetada por correas para impedir alborotos, la sociedad se empobreció hasta los huesos y el paisaje urbano adquirió apariencia de territorio bombardeado. El sector público y la sociedad civil fueron aplastados.

Con este melancólico diagnóstico es que Raúl convoca al VI Congreso para que los comunistas cubanos respalden sus reformas y legitimen a los funcionarios seleccionados. Se proponen cuadros de menos de 60 años, pero los que había (Lage, Pérez Roque, Robaina, Remírez de Estenoz) ellos mismos los destruyeron.

¿Quién emergerá como heredero? Se menciona, sotto voce, a Marino Murillo, economista de 50 años, ex oficial del ejército y ex Ministro de Economía, despreciado por los apparatchiks (“ un simple auditor, no un economista”, me contó uno de ellos especialmente sagaz), encargado del Partido para que acepte los cambios propuestos por Raúl. Le atribuyen total lealtad al general-presidente y la decisión de mantener los elementos fundamentales del sistema comunista, aunque sin paternalismos. ¿Tendrá éxito? No. Raúl, con el auxilio de Murillo, quiere construir un socialismo sin subsidio y un capitalismo sin mercado. Es imposible. Ese disparate debe enterrarse, como sucedió en Europa del Este. Sin embargo, es probable que, tras desaparecer los Castro, durante cierto tiempo las Fuerzas Armadas mantengan férreamente el poder, pero sólo hasta que salte la chispa y veamos en Cuba un desenlace violento. Quienes se empeñan en impedir la evolución natural de la historia acaban provocando unas devastadoras catástrofes.

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