Carlos Rojas, corresponsal en Bogotá
En la universidad pública ecuatoriana, el libre ingreso estudiantil y la gratuidad absoluta de la educación son consignas que se debaten con poco margen de negociación y fuerte presión política. La realidad universitaria en Colombia es distinta.
Para que un bachiller de este país ingrese a cualquier carrera de la Universidad Nacional, la más grande e importante del sector público, deberá superar dos filtros complejos de selección. Esto es, la evaluación del mérito académico de los aspirantes, a través de una prueba de admisión y la apertura de un número limitado de cupos para recibir a los nuevos alumnos, en función de la plantilla docente y los recursos físicos de cada facultad.
Ambos requisitos, acompañados por un sistema de cobros de colegiatura donde los pobres pagan menos (unos 25 dólares por semestre) y los ricos más (unos 500 dólares), son temas que no despiertan arengas políticas ni iniciativas reformistas en ningún sector de esta numerosa comunidad universitaria.
“No sé desde cuando la Nacional toma exámenes de ingreso. ¿Será desde principios del siglo pasado?”, responde con franqueza Mario Alberto Pérez, director del Departamento de Admisiones, tras asegurar que las primeras evaluaciones fueron para los estudiantes de Medicina.
Para él, la evaluación a los aspirantes y el establecimiento limitados de los cupos son dos de los grandes pilares que permiten a la Nacional ser una de las universidades más respetadas de Colombia.
El Observatorio de la Universidad Colombiana la define como la mejor del sector público. Para el efecto, toma los resultados que cada semestre presentan los alumnos que están por egresar en las pruebas de Evaluación de la Calidad de la Educación Superior (Ecades). Junto a ella se destacan, con similares resultados y méritos académicos, la Universidad de Los Antes (privada) y la pública de Antioquia.
Asimismo, diversas clasificaciones que se difunden por internet, como la elaborada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, ponen a la Nacional, como la mejor de Colombia. Ésta figura entre las 22 de América Latina y una de las de mayor reputación en los países andinos.
Pérez reconoce que detrás de estas credenciales de excelencia académica pesa una verdad: “la universidad y los recursos que destina el Estado en educación superior tienen que ser para los mejores”.
Es así que en este caso, solo el 10 por ciento de los alumnos que se inscriben cada semestre logra ingresar a sus facultades. Según cifras de Admisión, cada semestre se inscriben unas 50 000 personas para competir por 5 500 cupos. “Esta es la tendencia que reflejamos desde hace 15 años”.
Inés Salamanca tiene 26 años y está a punto de terminar su carrera de Contaduría Pública. En el 2003 presentó su prueba de ingreso a la Nacional y logró un cupo.
“Antes, estudiaba en otra universidad y decidí cambiarme de carrera”. Su estrategia funcionó, pues como comentan otros alumnos, el examen de admisión es duro de aprobar al punto de convertirse en uno de grandes temores en la época de bachiller. De allí que es común inscribirse primero en una universidad menos exigente para reforzar los conocimientos y luego optar por la Nacional.
“Mi carrera me demandó sacrificios por la exigencia de la facultad”, la mejor en su área de todas las universidades de Colombia.
No solo el ingreso a la Nacional es el gran obstáculo por vencer. El alumno tiene que conservar su cupo a lo largo de la carrera con un buen récord de notas. La Oficina de Admisión señala que el desempeño estudiantil se monitorea de manera permanente.
Si bien perder el semestre en una sola asignatura no significa el fin de la carrera, esto sí se producirá si el promedio general es menor de 3 sobre 5. En ese caso, el estudiante, para volver a la Nacional, deberá rendir otro examen de admisión pero no podrá inscribirse en la misma carrera. Si el alumno busca una tercera matrícula esperará cuatro años.
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