El Palacio Presidencial en Turquía. Foto: AFP
La polémica construcción del mandatario Recep Tayyip Erdogan costó USD 350 millones y cuenta con 1 000 habitaciones.
Aunque se quedó sin recepción oficial de inauguración, el gobernante de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, se dio el gusto ‘y el capricho’ de estrenar el nuevo palacio presidencial, que supera en tamaño a las residencias de cualquier otro jefe de Estado en el planeta.
La razón por la que se suspendió el acto oficial fue porque el país está pendiente de la suerte de 18 mineros que continúan atrapados tras un accidente en un yacimiento de carbón. “No nos parece correcto celebrar una recepción mientras sufren las familias afectadas por este suceso”, señaló Erdogan.
Esto fue, según la oposición, lo mínimo que podía esperarse del mandatario en torno a un megaproyecto cuestionado por causas financieras, medioambientales, religiosas y políticas.
El imponente megaproyecto costó USD 350 millones, se extiende sobre 200 000 metros cuadrados y cuenta con tres bloques de edificios que suman 1 000 habitaciones.
Se construyó, además, pese a una orden judicial que ordenó paralizar la obra luego de que ingenieros denunciaran que se había vulnerado normas medioambientales.
La construcción de esta residencia, conocida como el Palacio Blanco, ha despertado numerosas críticas de la oposición, entre ellos, los socialdemócratas, que han pedido una investigación parlamentaria de los costos.
Erdogan vivía en el palacio de Cankaya, por el que pasaron 12 mandatarios turcos y que simboliza el carácter secular del Estado. Los detractores del actual gobernante ven en la nueva residencia una muestra más de sus tendencias islamizantes.