Redacción Guayaquil
A Marlene Samaniego se le escapan las lágrimas, al recordar lo ocurrido la madrugada del pasado jueves, cuando un fuerte aguaje golpeó a la isla Jambelí (El Oro).
Desde ese día, al igual que la mayoría de los negocios de este balneario, su local permanece cerrado. La cerca de la cabaña El Pescador quedó a medio metro de la zona de impacto del oleaje.
“Estábamos durmiendo. Eran las 04:00 y el mar empezó a llevarse el malecón, en el lado sur de la isla. Desde ese día, los turistas no llegan y no vendemos nada”, dice, entre sollozos.
Cerca de ella, Mariana de Mosquera, una quiteña radicada en Jambelí, barre la arena que está frente a sus negocios, un hostal y una tienda de ropa de playa, que ya llevan seis días cerrados.
“Recién ayer (lunes) terminaron las olas grandes. Aquí han venido muchas autoridades nacionales y de la provincia. Ahora esperamos que la ayuda llegue lo más pronto”, dice la mujer. Con la ayuda de Hortensia Gonzabay acomodaba un saco de arena, que sirve de muro de protección para los locales.
A las 10:00 de ayer, el cielo estaba nublado y corría una brisa fría. Ha dejado de golpear con intensidad y queda al descubierto una playa de 30 metros. Casi no hay olas, un escenario distinto al que se registró en los últimos días.
Carlos Castillo, administrador del Arena Beach, un hotel restaurante, contempla el horizonte. De pronto vuelve su mirada hacia los muros de arena y pide a Dios que los turistas vuelvan a la playa.
“El último fin de semana perdimos USD 500. Tenemos el buen marisco y mucha provisión de víveres, pero no hay a quien vender. Esperemos que los turistas retornen”, expresa.
Junto a él, la dueña del negocio, Becky Salinas, recuerda que ya se han registraron fuertes oleajes, pero ninguno como el del pasado fin de semana. “Tenía enfrente enterradas llantas, a manera de rompeolas. Ayudaban a atenuar la fuerza del mar, pero me las hicieron quitar. A lo mejor hubiesen ayudado”.
Hacia el sur de la isla, los daños son más notorios. El muro de contención del Hotel María Sol está partido. La edificación no fue afectada por la fuerza del agua.
En el Barrio del Sur, habitado por pescadores, se perdieron 4 metros de malecón. Algunas palmeras están caídas. Allí, Luis Pérez trata de recuperar lo que quedó de su cerca. La pared frontal de su casa de caña se corrió, al menos, medio metro.
“Ayer (lunes) vinieron y nos dieron arroz, azúcar y una botella de aceite. Esperemos que las autoridades nos den una mano y, sobre todo, nos pongan protección en el malecón”, dice el cangrejero.
En estos días va a Puerto Bolívar, pagando USD 2 de transporte, para negociar el crustáceo. El comercio local está paralizado.
Ayer, un tractor y una retroexcavadora, que llegaron el fin de semana, se paralizaron. Tras cuatro días de trabajo se cambiaron cinco rodillos y tres catalinas.
Además, se desbarató parte del equipo y se utilizaron sueldas para asegurar las piezas. Jonathan Ramírez, responsable del equipo, dijo que desde hoy se retoma el reforzamiento de los muros.
Carlos Vélez, presidente de la Junta Parroquial de Jambelí, esperaba la tarde de ayer la visita del Ministro del Litoral, Nicolás Issa; del prefecto de El Oro, Montgómery Sánchez, y del alcalde de Santa Rosa, Clemente Bravo.
“La parte más afectada es de 300 m, pero Jambelí requiere que se proteja todo el malecón. Esto se pudo prever”. Con ayuda internacional se colocaron, a un costo de USD 150 000, unos 176 m de geotubo. Falta una contraparte local para colocar otros 500 m.
En el malecón, las mujeres se dedican a barrer la arena. Son parte del grupo que colocó los últimos días los sacos con arena, para armar un muro de protección.
Ellas dejaron de trabajar, pues esperaban que les cancelaran los USD 10 diarios que les ofrecieron por su ayuda. Don Marcelo, un habitante que colaboró en estas tareas, expresó que desde el Municipio les dijeron que no había dinero.
Mosquera, más serena y desde el interior de su negocio, pide a los turistas que vuelvan a Jambelí. “Ya el mar está calmado”, exclama. Aunque ella y los demás habitantes saben que a inicios de octubre vendrá un nuevo aguaje. Desde ya se encomienda a Dios para que sea benévolo con la isla. “No queremos perder lo único que tenemos”.