Al pie del volcán Tungurahua, la inversión vuelve a la agricultura

Joselo Guerrero construye una vivienda en Palitahua,  una parroquia de Penipe. Invirtió USD 120 000. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Joselo Guerrero construye una vivienda en Palitahua, una parroquia de Penipe. Invirtió USD 120 000. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Las familias de Palitahua se dedican a la siembra de maíz, tomate de árbol y mora, que tienen alta rentabilidad. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Tras 18 años de la reactivación del volcán Tungurahua, los habitantes que viven en las faldas del coloso del lado de Chimborazo empezaron nuevos planes de inversión.

La buena rentabilidad que deja la siembra de mora y tomate de árbol los mantiene en su tierra y atrajo nuevas inversiones de personas provenientes de otros cantones.

Hosterías, casas y restaurantes se construyen en Palitahua, mientras que en Puela, los terrenos que permanecieron abandonados por varios años empiezan a repoblarse con la presencia de nuevos agricultores que llegaron desde otros cantones de Chimborazo.

El panorama triste que dejó la erupción del 2006, la más fuerte registrada desde que se reanudó el proceso eruptivo quedó atrás, según los habitantes de Palitahua. Esa parroquia de Penipe fue la más afectada por la erupción. Pero hoy es uno de los sitios más cotizados para sembrar frutales y maíz.

“Aquí crece la mora como en ninguna otra parte. Estamos probando tres variedades que tienen gran aceptación en el mercado”, cuenta José Casco.

Él obtuvo un crédito de USD 15 000 para invertir en sus plantaciones de mora y tomate. Los cultivos ocupan unas tres hectáreas de terreno y frecuentemente están cargados.

Joselo Guerrero construye una vivienda en Palitahua, una parroquia de Penipe. Invirtió USD 120 000. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Durante las cosechas, Casco contrata los servicios de cinco personas que le ayudan a recoger y empacar las frutas para llevarlas al mercado.

“Generamos fuentes de trabajo con nuestros cultivos. La gente que se fue a vivir en las ciudades está volviendo”, cuenta el agricultor de 42 años.

Ahora en esa parroquia habitan 60 familias. Antes de la erupción de 1999 eran 70, y tras la última evacuación del 2006 quedaron alrededor de 30, pero debido al silencio repentino del volcán empezaron a volver.

Ellos consideran que la baja actividad eruptiva que ahora tiene el volcán es la tregua que les permitió progresar y reactivar la economía familiar.

“Regresamos porque al fin el volcán se calló. No ha caído ceniza últimamente y eso nos permitió volver a cultivar”, cuenta Víctor Casco, otro agricultor de Palitahua.

Un nuevo impulso económico empezó a sentirse en las comunidades del volcán desde el 2013. En esa época el Gobierno Provincial y los gobiernos parroquiales empezaron a promover la siembra de nuevos cultivos aptos para el clima.

“Cada familia recibió 73 plantas de mora de castilla. Vimos que los resultados eran mejores que los esperados y fue cuando empezamos a sembrar y a probar nuevas variedades. Ese cultivo nos devolvió la vida”, dice Serafín Medina.

Casi todas las familias de la zona accedieron a créditos para tecnificar los cultivos y adquirir nuevos insumos. La calidad de las frutas se mejoró, ahora son más grandes y dulces. Eso los convirtió en proveedores predilectos en el mercado de Riobamba.

Pero ahora tienen nuevos planes. La gente se organizó y espera cerrar la cadena productiva, por lo que las mujeres se capacitan para preparar vinos y mermeladas de mora.

“Tenemos planes para el futuro e involucran al turismo. Las aguas termales que se destruyeron con la erupción son reparadas, y ya han recibido a los primeros visitantes. “Esperamos tener turistas pronto”, dice Medina.

El potencial turístico de la zona también atrajo a inversionistas que construyen casas y hosterías. Se trata de los migrantes que salieron de la zona en 1999 y tuvieron éxito con sus emprendimientos en Quito y Guayaquil.

Ahora quieren volver a su tierra. Eso ocurrió con la familia Barriga. Ellos migraron en 1999 y ahora cuatro hermanos se unieron para construir una moderna vivienda.

La familia Guerrero también invirtió en una nueva construcción que tendrá un uso familiar. En la fachada ellos colocaron una imagen de cómo era su pequeña casa antes de que fuera destruida por la erupción del 2006. “Es por un tema sentimental, un recordatorio de lo que perdimos”, recuerda Joselo Guerrero.

En otras parroquias como Chogluntús, Manzano y Puela, los terrenos que permanecieron a la venta durante varios años ya tienen propietarios. Cuatro familias que migraron desde Licto y Flores (Riobamba) adquirieron unas seis hectáreas de terreno.

Se nota que la tierra estuvo sin trabajar mucho tiempo. Está dura y hay maleza muy alta, indica Pedro Pilamunga, un comprador. Espera obtener un crédito de USD 5 000 para pasar el tractor por su propiedad y sembrar hortalizas y frutales.

Del lado de Tungurahua, en el flanco norte del volcán, la situación es similar. La gente que migró a la ciudad empezó a repoblar las comunidades.

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