Diego Uquillas
Grupo EL COMERCIO
Olé por toreros buenos es el ‘grito de guerra’ de Rafael Giraldo. Un sonsonete que retumba en los tendidos de contrabarrera de sol de la plaza de toros Quito desde hace 25 años. Una frase taurina que este aficionado colombiano la trajo desde España, donde es abonado de plazas de primera como Las Ventas, de Madrid, la Monumental, de México, o la Maestranza, de Sevilla.
Oriundo de Medellín pero radicado en Bogotá, Giraldo es un próspero empresario vinculado a la industria automovilística, que viaja por todo el mundo taurino visitando la más importantes ferias de España, Francia, Ecuador, Colombia, Venezuela y Perú.
“Mi pasión por los toros no tiene límites. También soy abonado de las ferias de Pamplona (España), de Valencia (Venezuela), de Cali (Colombia) y, por supuesto, de la feria de Quito”, cuenta el paisa.
Como muchos, su afición empezó desde niño al ver torear en España a maestros como Manolete a finales de los 40. Un gusto que se fortaleció con su contacto con el campo y con las tientas taurinas. “También he toreado, pero solo como aficionado. Precisamente en las corridas que se celebran en las fincas y ganaderías en mi país. No me hice profesional por miedo, porque para ser torero hay que ser bien valiente”.
Cuando colgó los trastes de aficionado práctico, Giraldo incursionó como apoderado de toreros y novilleros jóvenes. Y luego como empresario taurino.
En esta faceta conoció a muchos grandes aficionados en plazas de América y Europa; y nació su idea de recorrer los mejores cosos del planeta. Lo único que no ha hecho es ser ganadero.
Este aficionado de cepa asegura que su trajinar en la tauromaquia universal le ha permitido ser amigo personal de grandes figuras como Enrique Ponce, César Rincón y Sebastián Castella.
“En la actualidad viajo por todo el mundo, donde hay buenos toros y buenos toreros estoy presente. Soy un aficionado ‘torista’ porque lo principal de las corridas son los toros buenos. Con un toro bueno hasta el peor torero puede triunfar. Si el toro es malo, ni un monstruo de la torería puede salir por la puerta grande”.
Considera que la afición quiteña es más ‘torerista’ que ‘torista’ porque es muy entregada a lo que pueda hacer el matador, independientemente de lo que puede presentar el toro como tal, es decir el embiste, las hechuras, la nobleza, la bravura e, incluso, las casta del animal. Reconoce como otras aficiones ‘toreristas’ a la de Sevilla o Nantes (Francia), por ejemplo, mientras que ‘toristas’, a su juicio, son las de Madrid, Bilbao o Cali.
Sin embargo, sostiene Giraldo, cada año ve más presencia de aficionados españoles, colombianos y venezolanos. Y eso es importante para el crecimiento de la afición, tanto en cantidad como en calidad. “Es bueno para la fiesta que la gente empiece a considerar otros aspectos de la tauromaquia a la hora de calificar y premiar un pase o una faena”.
También comenta que la feria de Quito es una de las más atractivas en el calendario mundial. La califica como espectacular debido a la presencia de figuras líderes del escalafón, un ambiente de fiesta y colorido en cada tarde y la alegría desbordante que posee la afición capitalina.
“Los quiteños tienen el ole a flor de labios. Cantan el ole incluso en los pases con capote, algo inusual en otras plazas del mundo. Eso, precisamente, es lo que hace de Quito una feria trascendental en el panorama taurino orbital y por eso muchos diestros quieren torear y triunfar acá”, afirma.
Giraldo no estuvo en la tarde de ayer, en el cierre de feria. Él tuvo que viajar el domingo en la noche a Lima para mirar la serie de festejos que se inician en la capital peruana. El 25 de diciembre estará en los tendidos de la plaza caleña, en su natal Colombia, en una feria que durará 10 días y en la que seguramente se oirá el grito de “Ole por los toreros buenos”.