Redacción Ibarra
Todavía es temprano en el parque central de Cotacachi, en Imbabura. Pero la gente ya espera a los jugadores en las esquinas de las calles adoquinadas. El movimiento en la ciudad se empieza a sentir y los propietarios de los almacenes ya exhiben los artículos elaborados en cuero.
Empieza noviembre y los tradicionales torneos de trompo son el centro de atención. Los ‘lanzadores’, niños y adultos, están listos para demostrar sus habilidades.
Los implementos
La madera de cerote debe secarse durante un mes, para luego someterla al torno donde se le da la forma de trompo. Después, con la ayuda de formones y a pulso se le añaden los detalles.
‘La bola’ es de madera y tiene forma circular. Se envuelve con cuero y se le incrustan ‘tillos’
(tapas de botella) o pedazos de metal, para que aguante los golpes de los enormes trompos.
Los clubes compiten por los trofeos y por las apuestas, que vuelven más interesante a cada circuito, en los barrios.
Durante noviembre, el concurso de los trompos une a los barrios de Cotacachi. También son un atractivo turístico.El propósito es preservar la tradición, que ya tiene más de un siglo entre los cotacacheños. Este año, el campeonato denominado ‘cabe de oro’ lo protagonizan los niños de cuatro escuelas locales: Santísimo Sacramento, Modesto Peñaherrera, 6 de Julio y Manuela Cañizares.
En la intersección de las céntricas calles García Moreno y González Suárez, más de 80 chicos participan en una nueva edición del concurso, que se realiza cada año. Cada equipo está integrado por cinco jugadores.
Cada uno exhibe entre sus manos los enormes trompos, que tienen entre 15 y 20 cm de alto. Algunos tienen un diámetro de 16 cm y alcanzan hasta 300 revoluciones por minuto, según quienes los fabrican. Por lo regular son los mismos jugadores.
Ya en la competencia, el desafío es golpear con el trompo en movimiento a una bola o rueda de madera. El grupo que consiga cubrir todo el recorrido (5 km) con menos golpes, gana.
Uno de los espectadores está el alcalde Alberto Andrango. Entusiasmado y luciendo un traje blanco, que lo identifica como Kichwa de Otavalo, envuelve la cuerda en torno al juguete de madera y lo lanza haciendo una ligera inclinación con la mano.
Luego se arrodilla y sube el trompo a la palma de la mano. Aprovecha el momento para explicar a los niños cuál es la técnica para lograrlo.
En Cotacachi todavía se manufacturan los trompos en una docena de pequeños talleres. Los artesanos utilizan cuatro tipos de madera: guayacán, nogal, eucalipto y cerote. Esta última es la más empleada porque no es porosa. Además, es resistente y se la puede hallar en los páramos cercanos y en el valle de Íntag.
Este año, el Departamento de Cultura del Municipio amplió la distancia de los circuitos e incluyó a las calles empedradas y de tierra. “Nuestros antepasados jugaban en esas condiciones”, explica Wilson Haro, director.
Mientras avanza el juego, la multitud se agolpa en las aceras. El calor hace sudar a los niños que en camiseta envuelven los trompos con una velocidad que sorprende. Los adultos aplauden con ganas, mientras las mujeres se abren espacio para no perderse ningún detalle.
Cuando a un jugador le falla la puntería o no consigue golpear la bola, los espectadores aplauden. Nadie pierde, aún los menos diestros, porque todos terminan el juego con sonrisas y abrazos.
Antonio Salazar estudia en la escuela Manuela Cañizares. A sus 10 años, es un diestro con el trompo. Aprendió a jugar cuando tenía 5 años. Su padre fue su principal maestro. “Nosotros vivimos en el Barrio Central. Mi padre me enseñó la técnica para ser un buen jugador y a elaborar el trompo”.
Los adultos, además de participar en los circuitos locales, organizan el campeonato mundial con competidores de Cochasquí, Tabacundo y Cotacachi.
En la ciudad imbabureña hay 18 clubes. Gerardo Flores, de 40 años, es del club de ‘los piticos’. Un calificativo singular que no desentona con el nombre de los demás: halcones, diablo calle…
Para Flores, este juego es un arte y se lo toma muy en serio. Los equipos se enfrentan los fines de semana en las calles de los barrios tradicionales. “La jornada de competición concluye a las 19:00”, cuenta Flores.
Los concursos terminarán en diciembre. Los ganadores tienen un cupo en el certamen mundial. Esa es la aspiración de los representantes de los barrios.