Un trolebús antiguo dejó las calles y se convirtió en restaurante

El trole fue empotrado en una base de cemento, el piso es totalmente diferente, pues ahora hay baldosas. Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

El trole fue empotrado en una base de cemento, el piso es totalmente diferente, pues ahora hay baldosas. Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

La unidad sirve ahora que los trabajadores del Trole se alimenten. Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

En lugar de asientos de plástico, ahora hay mesas de madera y bancos acolchados. Y los pasajeros que durante largas jornadas llenaban sus pasillos no están más. Los nuevos ocupantes de este trolebús jubilado son ahora comensales que lo visitan a diario, en breves recesos de sus jornadas de trabajo para comer delicias de la gastronomía ecuatoriana.

Los constantes viajes entre La Y hasta El Recreo terminaron para este bus que ahora tiene un rincón reservado en la estación multimodal El Labrador, en el norte de Quito. Pero en su nueva vida, este articulado no solo se volvió un sitio acogedor para que los trabajadores de la estación se alimenten, sino que es un medio de sustento para tres mujeres que preparan variados platos para los clientes.

El jueves 1 de agosto del 2019, los comensales que trabajan en el turno de la mañana eligieron entre una guatita y un seco de chivo. El menú para el viernes es fritada.

Los preparó Amparo Bolaños, quien vive en Cotocollao y se levanta a las 04:00 de lunes a viernes para preparar platos contundentes acompañados de jugo y café o desayunos ligeros para los conductores, personal administrativo o de servicio al cliente de la Empresa Metropolitana de Transporte de Pasajeros.

Ella era usuaria del trole. Dice que "ha sido una experiencia muy bonita" adaptarse a ofrecer alimentos en un bus en el que antes se embarcó en incontables ocasiones. Ahora atiende a 30 personas al día en promedio y busca ofrecerles cosas distintas cada día. Los caldos de gallina, de patas, de bolas de verde son algunas de sus especialidades.

En las tardes y en los fines de semana, otras dos personas llevan más manjares para la venta. Los sábados y domingos está en la carta la comida costeña.

El trole fue empotrado en una base de cemento, el piso es totalmente diferente, pues ahora hay baldosas. Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

Ernesto Galárraga, secretario general del Comité de Empresa, señala que los USD 2,50 que cuesta un plato se descuenta del rol de pagos. El comedor se instaló en el viejo trole cuando la estación de La Y se mudó a El Labrador.

Galárraga cuenta que la idea surgió de una necesidad y un derecho que consta en el contrato colectivo de la entidad municipal: la empresa debía proveer de un comedor a los trabajadores y encontraron una forma creativa de concretarlo.

Decidieron salvar al gran autobús que de otro modo estaría dañándose cada día más, embancado y olvidado. Galárraga explica que el trole fue restaurado para que sea un espacio adecuado para que quienes llevan su comida puedan calentarla y servirse cómodamente. El trole fue empotrado en una base de cemento, el piso es totalmente diferente, pues ahora hay baldosas. Se colocaron escaleras finas para subir al vehículo-comedor y las llantas son solo un adorno, al igual que el volante del conductor.

Galárraga dice que no todos pueden llevar su comida y por eso decidieron contratar a personas que puedan ofrecerles el servicio. Eligieron gente que necesita el trabajo, con la condición de que tomen medidas de asepsia. El Comité de Empresa vigila que se cumplan los parámetros necesarios para que todo sea saludable.

En esa misma terminal, otros dos troles fueron acondicionados como bodegas de artículos de limpieza y de herramientas. Otro, en el 2017, se convirtió en la primera Casa Somos Trole, en La Magdalena, en el sur de Quito. Acondicionar a este último costó USD 70 000.

Daniel Analuisa es uno de los comensales y trabaja en el área de Servicio al Cliente. Usualmente pide desayunos: café, jugo, huevo y sánduche. Pero a veces se deja tentar de un seco de chivo, que es el plato que más fans tiene entre los trabajadores de la empresa.

Para Analuisa, este comedor es una salvación, sobre todo en días en los que hay mucho trabajo y poco tiempo para alimentarse.

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