El 24 de marzo se realizará la elección de Secretario General de la OEA que, a todas luces, será una reelección. Pero ¡qué reelección! He visto carreras de tortugas que han generado más emoción que este paso al cadalso definitivo de la Organización de Estados Americanos. Para empezar, este es el primer Secretario General en mucho tiempo que –a dos semanas de la fecha de votación- apenas contaba con 10 votos y también el primero que, durante la presentación de su informe de labores, el 4 de marzo pasado, un Embajador (el mexicano) le tuvo que decir que “de lograrse su reelección le solicita muy comedidamente dedicarse a sus labores como Secretaría General y no ha sus actividades políticas en Chile”, palabras más, palabras menos. También unos de los pocos secretarios generales de la OEA que tuvo que pasar en pandingas tres semanas antes que su propio presidente electo, Sebastián Piñera, aceptara apoyarlo decididamente para su candidatura. Si creyésemos en las malas lenguas, podríamos comentar que este apoyo sucedió solamente porque a Piñera le falló un mejor plan.
Y, por supuesto, hay razones de peso y suficientes para tan poco entusiasmo. Para empezar, hay que recordar que el señor José Miguel Insulza no puede adjudicarse un solo resultado de peso en su gestión: la crisis interna boliviana terminó arreglándolo Unasur; el caso Honduras pasó por todas las manos debido a que el Secretario de la OEA falló en la negociación de los acuerdos. Y en el caso ecuatoriano, que lo tenemos mucho más presente y más cercano, pasaron tres semanas o cuatro antes de que el Secretario General viniera personalmente a tomar cartas en el asunto. En todos los casos, hay un pecado original que nada tiene que ver con las escleróticas estructuras de la Organización: el escaso margen de pasión, de entrega, de mística, que el Secretario General ha profesado a la tarea de prevenir y resolver conflictos, que es para lo que verdaderamente sirve la OEA. Sin resultados en esta línea, la OEA puede francamente morir y nadie se daría cuenta. Es por esto que debe rendir cuentas José Miguel Insulza, por pasar dos años tratando de ser el candidato presidencial de la Concertación en Chile y restarle tiempo a los problemas. Para colmo de males, los conflictos arreciaron en esta etapa y su inercia impulsó a los países latinoamericanos a crear una organización paralela sin Estados Unidos, para evitar el inmovilismo.
No sé si la OEA será o no una buena solución en todo caso. Me parece que la izquierda latinoamericana le está haciendo el juego a la derecha latinoamericana para que no exista ningún foro multilateral con Estados Unidos, sino solo bilateral. Y entonces sí que volveremos a la a hacienda. Ojalá pensemos este tema dos veces antes de sucumbir a la novelería. Mientras tanto tendremos un segundo período de José Miguel Insulza. Esperemos que esta vez haya realizaciones y no solo buenas razones.